LA VELOCIDAD DEL CAMBIO SOCIAL
Salvando los Últimos Rápidos, Quizás
Spencer Heath
MacCallum
The
Independent Review
A Journal of
Political Economy
Vol. II No. 2
(Fall 1997)
(Revised by the author 2012)
LA VEOCIDAD DEL CAMBIO SOCIAL
Spencer
Heath MacCallum
Hace años leí una traducción, que se supone se basaba en datos verdaderos,
sobre una de las primeras secuencias jeroglíficas egipcia, que decía que el
mundo se dirigía de hecho al garete. Tras una lista de quejas,
como la desobediencia de la gente joven y la constatación de que ésta ya no respetaba a la gente
mayor, se acababa haciendo notar que "todo el mundo estaba tratando de
escribir un libro."
Es así que cada generación tiene la impresión de que el mundo se desmorona.
Existe una buena razón del porqué eso es así, y
una muy fácil de entender. El mundo es algo que fluye constantemente, donde las nuevas formas siempre evolucionan a partir de las
anteriores. Si nos encontramos familiarizados con los patrones más viejos, es
porque los hemos vivido, pero no se puede decir lo mismo de los nuevos que
emergen, pues no forman parte de nuestra experiencia. Es por esto que, a
duras penas, somos capaces de reconocer los nuevos patrones que se encuentran en
proceso de formación. Cómo sólo somos capaces de identificar lo ya pasado, todo
lo que podemos constatar en los cambios es la desintegración del pasado, los
patrones que se están perdiendo. Esto resulta muy fácil de observar en el
lenguaje, cuando los pedagogos fracasan a la hora de enseñar a las nuevas
generaciones las formas correctas "gramaticales" al uso. Pero el
mismo fenómeno sucede en todas las áreas de la experiencia. Es así que la
desintegración de la que se lamentaban los egipcios, y probablemente todas las
generaciones que les sucedieron, lo es sólo en apariencia. A ésta también se la
podría denominar una desintegración
integradora, con la excepción de que la evidencia de la misma no se nos
presenta de forma fácil ante la vista. Aquí debemos confiar más en la fe que en
otra cosa.
Lo mismo sucede con los cambios sociales, el amplio barrido que efectúa toda
evolución social. Sólo los cambios sociales se presentan como algo no gradual y
abrupto que cambia desde unas formas comparablemente estables a su estadio
siguiente, y sin embargo, siempre sobre la base de lo ya acontecido. Es como si
se tratara de una escalera que estuviera compuesta de peldaños y plataformas.
Las plataformas aquí consisten en planos anchos formados por las instituciones
estables mientras que los peldaños representan periodos turbulentos de cambio e
inestabilidad que deben sortearse antes de alcanzar la siguiente plataforma
estable, justo de la misma manera en que los salmones en periodo de desove
deben sortear las cascadas rocosas de los ríos antes de llegar a aguas más
estables. Aquí el salmón salta y retrocede en caída, vuelve a saltar y caer,
pero a cada paso éste progresa un poco más que en el paso anterior, hasta que
consigue sortear toda turbulencia.
El hombre lleva sorteando rápidos en esta medida al menos durante nueve mil
años. Este es un periodo comparativamente breve en relación con los miles de
años que el hombre lleva ocupando la tierra, siendo estos saltos y caídas lo
que se ha registrado en los libros de historia y los documentos arqueológicos,
que es lo que constituyen los tropiezos y puestas en pié de la civilización
misma.
La plataforma previa de la escalera, el trazo calmo de agua que tan bién
conocemos y dejamos atrás, consiste en el tribalismo, o sociedad de filiación,
que se caracteriza por la dependencia a un sistema familiar que adjudica
funciones y actividades en el seno social. Al haber dejado este sistema atrás,
la sociedad actual se halla en una fase de experimentación en torno a formas
más contractuales de relación. Sir Henry Summer Maine lo dejó bien claro cuando
dijo hace más de cien años en su volumen clásico Ancient Law "podemos decir que las sociedades progresivas han
pasado a partir de aquí de una sociedad
de clase otra contractual." (el subrayado es el original) (1986: 141).
Yo sospecho que, en tanto que hombres salmón que somos, hemos llegado a un
punto donde, en la medida en que saltamos, somos capaces de comenzar a
vislumbrar el siguiente recoveco de aguas calmas tras sortear los rápidos y
cascadas del río. Aquí podemos vislumbrar y comenzar a realizar juicios sobre
la naturaleza de las sociedades humanas en la medida en que éstas se
estabilizan de nuevo en su siguiente trazo evolutivo. Aquí pretendo asumir el riesgo,
que no creo que sea demasiado grande, de realizar algunas predicciones sobre la
sociedad en su camino hacia la estabilidad en algún punto del presente siglo en
curso y, posiblemente, más allá del mismo.
El Tribalismo versus los Estados Nación de la
Actualidad
Considérese primero de dónde venimos. En tanto que antropólogo, he centrado
mi atención en gran medida en torno a las sociedades de tipo tribal. La era del
tribalismo es en varios aspectos, si se compara con la sociedad actual, una
edad de oro, sólo superable en función de lo que aún queda por llegar. Esto no
quiere decir que debamos permanecer ciegos en relación con el hecho de que la
vida tribal dejaba mucho que desear. La capacidad tecnológica del hombre tribal
era tan limitada que éste solía encontrarse a merced de la propia naturaleza.
Esta limitación afectaba seriamente a su salud; la expectativa de vida por
aquel entonces era de menos de 30 años y a duras penas permitía la prolongación
biológica de la especie. Un segundo contratiempo bastante grave que se daba
bajo el tribalismo consistía en la coalescencia de la vida social, tal y como
esta se daba, en torno a núcleos aislados por todo el globo con muy poca o
ninguna forma de cooperación entre ellos. Las oportunidades normalmente se daban
de forma reducida y sólo ante los miembros y conocidos del propio círculo
social en el que uno nacía.
Estos eran contratiempos bastante serios, pero que también tenían su lado
positivo. Dentro de cada uno de esos núcleos aislados, las relaciones sociales
poseían un sentido de orden y justicia social incomprensible para nuestra
sociedad actual. La sociedad entonces consistía en pequeñas unidades de
gestión, en su escala bastante humanas, y las relaciones entre sus miembros (al
menos entre los hombres) tendían al igualitarismo y la justicia. El jefe del
grupo, por ejemplo, si bien poseía cierta influencia y prestigio, no ejercía
autoridad alguna sobre las personas que lo componían o sus posesiones. Éste
tenía tanta autoridad de clase como
el más humilde de los miembros. Ni existían las levas, ni se daba ningún tipo
de impuestos. Todas las sociedades tribales eran bastante consistentes al menos
en este aspecto. En un sentido jurídico de la libertad, una persona es libre
cuando ésta puede disponer de la integridad de su persona y posesiones. La sociedad tribal era libre en este aspecto.
Permítaseme virar sobre una advertencia. Esta generalización no incluye las
fronteras transaccionales entre tribus y estados. Cuando las tribus cruzan este
umbral y se convierten en estados, éstas pueden retener muchas de sus
características tribales durante mucho tiempo. Sabemos que nos enfrentamos con
un estado, sin embargo, cuando se institucionaliza la fuerza aceptándose ésta
como una forma de conducta adecuada dentro del grupo. En The Art of
Community (1970: 98-99), describo el ejemplo dado por la tribu cherokee en
1761 que se constituyó en un estado. El momento de transición fue definitivo,
aunque muchas de sus características tribales se mantienen hasta hoy día. La
tribu cherokee cae dentro de esta caracterización general antes de 1761, pero
no después.
La sociedad moderna representa bajo el yugo del gobierno político el caso
opuesto al tribalismo. Imaginémonos a la humanidad en su conjunto como un gran
pájaro que intenta emprender el vuelo. Bajo el tribalismo, una de sus alas,
principalmente la ciencia y la tecnología, se arrastraba por el suelo
impidiendo que éste volara. Si bien esa ala se encuentra ahora libre, es
nuestra organización social el ala que arrastramos impidiendo que el ave pueda
emprender su vuelo. Por medio de la ciencia y la tecnología hemos sido capaces
de realizar grandes progresos, doblando nuestra expectativa de vida en sólo una
pocas generaciones, que es algo que podríamos lograr de nuevo, y gozamos de
medios de comunicación e intercambio prácticamente ilimitados con otros seres
humanos situados por todo el mundo. Todo eso es progreso. Pero en nuestra vida
política nos encontramos en regresión. Más de trescientos millones de personas
en los EEUU, por ejemplo, son gobernados de forma monolítica desde arriba, y su
líder en funciones es un guerrero que además es general de las fuerzas armadas
y que ejerce de forma regular un tipo de autoridad que difiere de la que
ejercen los individuos privados en sus asuntos cotidianos. Bajo un sistema de
vigilancia continua y al hallarse sometidos a tal autoridad, se anula al
individuo, el cual se convierte en una mera cifra. Nuestros avances en el
ámbito científico y tecnológico se encuentran en peligro por la propagación y
crecimiento incontrolado de la coerción institucionalizada.
El pronóstico de vida bajo el gobierno de la nación estado es bastante
desalentador si se ve bajo la perspectiva de la desintegración de las
instituciones y formas de vida en las que hemos crecido o conocemos a partir de
los relatos de nuestros mayores o por el estudio. Pero el cambio, tal y como he
dicho antes, no se caracteriza en función del desde, sino del hacia.
Éste tiene dos aspectos, siendo uno de ellos bastante invisible hasta que
prácticamente nos topamos con él. Los patrones de nuevo cuño en estado de
formación no son abarcados en el seno de nuestra experiencia; es así que sólo
podemos ver la desintegración que el cambio trae consigo. ¿Qué hay del futuro?
¿Podrá la humanidad separar las dos alas del suelo al mismo tiempo?
La experiencia del pasado debería asegurarnos que, desde un perspectiva de
conjunto, el cambio es más integrador que desintegrador. Esto es algo que se
puede demostrar, pues a la larga, si la salud no fuera más contagiosa que la
enfermedad, por usar una frase casera de mi padre, ninguno de nosotros estaría
hoy aquí. Pero afortunadamente, nosotros, la gente salmón, hemos ganado un
punto casi en la cumbre de nuestra cascada rocosa, donde no necesitamos apoyarnos
sólo en conjeturas filosóficas. Bajo el ojo de la mente, por lo menos, podemos
empezar a ver la cumbre de la cascada, y tras vislumbrar el futuro podemos
empezar a reconocer e interpretar sucesos que están sucediendo en nuestro
entorno. Aquí podemos empezar a percibir cambios evolutivos básicos que están
tomando lugar en la estructura y función de nuestra organización social,
cambios que pronto podríamos estar en disposición de reconocer como parte de un
patrón emergente.
El Cambio que Gana en Inercia
¿Cómo es posible que tal cambio esté sucediendo? Revisemos lo más básico.
No cabe duda de que las diferencias más básicas entre el tribalismo y la
sociedad actual consiste en la mayor facilidad de la humanidad para manejarse
con los números. La habilidad de manipular los números hace posible, por un
lado, toda la ciencia y sus aplicaciones, y por el otro, las del comercio
moderno, que son mundos extraños para el hombre tribal. La facilidad con los
números no es algo que por sí mismo constituya una causa suficiente, si bien se
trata de un prerrequisito. Sin estos, no podría darse ni la ciencia ni la
generalización del comercio, pero con los mismos, si se dan las circunstancia
adecuadas, la ciencia y el comercio podrán evolucionar. La ciencia se vuelve
algo posible debido a las comparaciones que los números permiten hacer sobre
las cantidades, y cada razón se
presenta en forma de número; de ahí la racio-nalidad de la ciencia. Del mismo modo, el mundo del
comercio se vuelve posible debido a que éste depende de los precios numéricos y
la contabilidad de la deuda, el crédito, los inventarios e intercambios. Los
cambios que toman lugar de forma constante en los precios coordinan toda la
actividad económica.
Mi enfoque no se centra aquí en la ciencia; no es esta el ala que
arrastramos. El ala arrastrada es esa de las relaciones interpersonales, y una parte fundamental de esas
relaciones (la parte sanadora y creciente) reside en el comercio. ¿Recuerda
aquí el lector el pasaje de los Salmos sobre la piedra que rechaza el
constructor y que se convierte en la principal piedra angular? El comercio es
esa piedra angular. Esto es algo que no apreciamos en su justa medida, y que
desvalorizamos en muchas ocasiones. Alfred Norht Whitehead caracterizó en una
ocasión la civilización como la "victoria de la persuasión sobre la
fuerza." Éste elaboró este punto diciendo que "el comercio constituye
el gran ejemplo de la relaciones que surge por la persuasión" ([1933]
1967: 83).
El comercio se desarrolló en la medida en que la gente aprendía a sopesar
los asuntos contables de forma numérica, haciendo posible el comercio con
extraños, gente de otros linajes, clanes y villas. Los números hacen posible el
balance y completan las transacciones; sin números y precios, siempre queda algo
atrás por un lado o por el otro. Al tratarse con conocidos (el lenguaje usado
por la tribu, de forma incidental, es el de regalo
más que el de comprar o vender), la falta de balances no importa; pues en el
transcurso de una vida, o en un periodo similarmente extenso, al final todo
cuadra. Con la contabilidad, sin embargo, las transacciones pueden completarse
por sí mismas. Cada partida puede quedar satisfecha, incluso en el caso de que
ninguna espere encontrarse de nuevo con la otra. Es así que por primera vez
podemos hacer negocios con gente que no
conocemos. Esto disuelve la tensión superficial de los núcleos tribales
sociales antagonistas y hace posible el sistema global de servicios recíprocos
que hoy día amplía aún más nuestra confortabilidad y vida creativa.
La Tierra como un Objeto Comercial
El comercio es central a la línea de pensamiento que se está desarrollando
aquí, pero no sólo el comercio en cualquiera de las formas en que éste se
despliega en el mercado. De forma más específica, quisiera centrarme en el
comercio sobre la tierra. Todos somos
conscientes del crecimiento y desarrollo de otras clases de comercio, pero el
comercio inmobiliario ha quedado rezagado de forma comparativa con otras áreas
del mercado. Una razón de este rezago puede deberse a que en Europa, antes de
las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, la tierra no era libre en gran
medida, al menos no de una forma tan generalizada como para que ésta se
volviera objeto del comercio. Ésta no podía adquirirse ni venderse de forma oportuna
en el mercado. Este cambio sólo fue posible cuando estas revoluciones separaron
de forma efectiva la tierra del estado.
Es posible decir que este cambio, que poco ha sido notado por el historiador,
ha constituido uno de los cambios más notables de nuestra época actual. Antes
de que éste sucediera, la tierra en la Europa occidental no podía comerciarse
de forma libre como el resto de cosas, sino que se encontraba atada a las
progenituras dependiendo de la administración del gobierno. Fue sólo cuando la
revolución se extendió por toda Europa despojando a la nobleza de todos sus
adornos y poder político sin despojarles
de sus títulos de propiedad sobre la tierra al mismo tiempo que ésta pudo
convertirse en un artículo de venta como cualquier otro y ser así usada como
capital productivo.
La nobleza como clase, sin embargo, nunca tendió a los negocios.
Previamente estos se habían constituido en el gobierno, y sus élites militares nunca
quisieron mancharse la manos en el comercio. Jane Jacobs, en su Systems for
Survival (1992), clarifica de una forma muy bella la razón de que
prevaleciese esta ética. De esta forma la aproximación a la tierra desde un
enfoque empresarial partió con desventaja, y de forma bastante lenta. Incluso
hoy día, la gran mayoría de propietarios inmobiliarios poseen sus posesiones
como algo colateral, que en muchas ocasiones se pretende complementar con otros
ingresos o pensiones, teniendo una comprensión mínima del negocio en el que se
encuentran inmersos.
La Racionalidad del Negocio Inmobiliario
La racionalidad del negocio inmobiliario fue claramente elucidada en sus orígenes
por Spencer Heath (1936) y se deriva del hecho de que los servicios públicos,
que son cosas que disfrutamos en común en lugar de forma separada, tal como las
calles, la seguridad pública, y otros servicios comunitarios, constituyen
características medioambientales. De
forma contraria a cualquier otros bienes y servicios, que pueden darse de forma
individual estén los individuos donde estén, los bienes y servicios
medioambientales se entregan a los lugares
mismos ganando los individuos acceso a los mismos por medio de su ocupación. Y
la gente ocupa esos lugares donde existen estos servicios. Esta es la razón de
que la localización del lugar
determine su valor económico. Al ser los servicios públicos una parte
constitutiva del medio ambiente de cualquier lugar, cuando los propietarios
alquilan o venden tales sitios, estos hacen las veces de proveedores de mercado
de tales servicios, que se presentan de forma conjunta a otras ventajas del
lugar.
Sólo de esta manera pueden los servicios públicos ser distribuidos como
cualquier otro bien o servicio, es decir, a través de las convenciones del
mercado mismo. Sólo a través de la institución de la propiedad de la tierra es
que estos se pueden distribuir de forma libre y equitativa por medio de contratos, que es algo igualitario en la
tradición tribal y que no se cede en tanto que privilegio o favor, que es lo
que corroe las relaciones entre el gobernante y gobernado, se les ponga a estos
el nombre que se les ponga. Esta función distributiva, que cede los lugares a
los miembros más productivos de la sociedad en la medida en que sólo estos son
capaces de pujar por los mismos, representa el servicio mínimo desarrollado por
los propietarios inmobiliarios; es por esto que se les recompensa en con los
ingresos por alquiler o venta. De forma tradicional, los propietarios
inmobiliarios no han hecho mucho más, pues su función sólo ha consistido en
distribuir tales servicios públicos y no en crearlos.
En un sector floreciente del mercado, sin embargo, esto está cambiando en
la medida en que los propietarios inmobiliarios asumen también la producción y
distribución de los servicios públicos.
Por ejemplo, en lugar de la continuación del viejo patrón de subsidios de lotes
en las vías principales, la mayoría de las tiendas de retales y comercios en
los EEUU se han desplazado a situaciones donde se organiza y dirige la tierra
bajo títulos de propiedad individuales, y los propietarios inmobiliarios (de
los cuales puede haber varios números por medio de participaciones) proveen
muchos servicios tales como calles y aparcamientos, alcantarillado y tendidos
eléctricos, fuerzas de policía, jardines públicos, etc., que el gobierno
proveía con dinero de los impuestos. Los centros comerciales son sólo ejemplos
prominentes de lo que los profesionales del medio inmobiliario llaman
"mancomunidades de ingresos" y que yo me plazco en denominar
"comunidades empresariales" (que quizás pueda abreviarse como "emprecoms"),
en la medida en que los servicios comunitarios son provistos de forma privada y
competitiva como una empresa de negocios.[i]
Las tiendas de retales no son las únicas que han adoptado esta fórmula; lo
mismo está pasando a lo largo y ancho de un amplio espectro de usos de la
tierra (recreacionales, industriales, profesionales, médicos y algunos
residenciales).
La fórmula consiste en que los propietarios de un trazo de tierra inviertan
en mejorarla de tal forma que se cree para cada uno de los rentistas distintas
parcelas de uso óptimo en función de cada interés. Los gerentes que compiten
entre sí ofreciendo tales propiedades tienden a pujar los alquileres a la baja,
mientras que los futuros inquilinos lo hacen al alza en función de lo que estos
estén dispuestos a pagar. En esta medida, los propietarios tienen éxito a la
hora de ofertar sitios medioambientales óptimos; las rentas no sólo financian
los servicios públicos comunitarios en tales lugares sino que además permiten
ingresos adicionales. Debido a que estas empresas comunitarias o emprecoms
producen unos ingresos de mercado, son autosuficientes y no necesitan volverse
obsoletas como las ruinas de la antigüedad. Como
producen ingresos éstas serán mantenidas; éstas serán renovadas o reconstruidas
en función de las necesidades para que así puedan seguir siendo productivas y
competitivas.
Las emprecoms son algo novedoso en
el mundo siempre cambiante de los negocios. Éstas representan una porción más
pequeña de la historia escrita que toda la historia en relación con el tiempo
que el hombre lleva sobre la tierra. Desenvolviéndose de forma rudimentaria
durante el siglo XIX, éstas florecieron durante el XX. A partir del segundo
cuarto del siglo XIX, y de forma acelerada a partir de la segunda guerra mundial,
éstas evolucionaron y proliferaron en número, clase, tamaño y complejidad en la
medida en que los emprendedores de esta nueva clase de negocios crearon miles
de entornos especialmente diseñados para satisfacer las necesidades de sus
clientes (los mercaderes, viajeros, manufactureros, residentes y profesionales
de todo tipo). Cada tipo de medioambiente especializado que tuvo éxito en el
mercado fue por causa de la satisfacción de estas necesidades en cada uno de
sus nichos económicos. Es así que hemos presenciado en sucesión continua el
crecimiento de hoteles, edificios de apartamentos, oficinas (en los
rascacielos), cruceros de lujo, centros comerciales y supermercados, campings
de caravanas (que ahora se manufacturan como mancomunidades de inquilinos
rentistas con la nota distintiva de ser alquileres de largo plazo y que pueden
ser hipotecados de forma individual), las marinas, los centros de investigación,
de negocios, las clínicas, parques de atracciones (y también la combinación,
que va en aumento, e integración de estas formas de propiedad para formar otras
más complejas y, sobre todo, menos especializadas). En la medida en que éstas
se vuelven la nota común, se aproximan a eso que se conocen como comunidades.
Además, la rapidez de desarrollo de tales empresas ha sido dramático. En
forma de ilustración, decir que el desarrollo del centro comercial tras la
segunda guerra mundial fue experimental. En cualquier parte del país había
menos de una docena de los mismos; incluso el nombre quedaba por acuñar. Hoy
por hoy hay más de cincuenta mil sólo en EEUU, y estos acomodan a más de la
mitad de las tiendas de retales de la nación.
Cada tipo de emprecom acusa necesidades de dirección determinadas por el
tipo de mercado especial a los que éstas proveen. El centro comercial, por
ejemplo, tiene que poder contar con un equipo de retales efectivo. Todo equipo
necesita un entrenador, y en el centro comercial este papel lo cumple la
dirección. La función de la misma incluye el mantenimiento de la paz y el la cooperación
entre grupos de mercaderes altamente competitivos. Los comerciantes reconocen la
posición única de la dirección para cumplir este papel en la medida en que ésta
representa los intereses de la tierra y, de forma consecuente, es imparcial y
se interesa por el centro en su totalidad. A diferencia de los inquilinos a los
que ésta sirve, que de forma inevitable se encuentran sesgados por su intenrés
de explotación del centro en tanto que lugar común, el incentivo de la
dirección residen en el éxito del centro comercial como un todo.
Desde el punto de vista de la evolución social, resulta intrigante que la
necesidad de la dirección por las emprecoms sea en principio indistinguible de
los requisitos administrativos de eso que percibimos como una comunidad. Básicamente,
las emprecoms difieren de las comunidades sólo en un sentido general por causa
de la especialización (la menor heterogeneidad) de sus miembros. Los índices de
ingreso poblacional y la riqueza de sus interacciones no son de forma significativa
diferentes. Además, la tendencia inequivocable en el último siglo ha consistido
en su aumento y complejidad (que se acerca cada vez más a la definición de
comunidad en un sentido estricto). No sería algo muy radical, si los impuestos
lo permitieran, que un agente inmobiliario desarrollara un pueblo nuevo sobre
bases mancomunitarias y como agente de inversión e ingresos en el largo plazo.
En lugar de estar estructuradas desde el punto de vista político, es decir, por
medio de los impuestos, esta administración pública otorgaría ingresos a sus
inversores.
Spencer Heath razonó en una ocasión que si un pueblo nuevo fuera
desarrollado sobre la base de títulos de propiedad unificados y parcelando la
tierra por medio de mancomunidades de rentistas a largo plazo en lugar de ser
subsidiadas, dispondríamos de una propiedad comunitaria que se asemejaría en
principio a un hotel que se extendería de puertas a fuera y de largo alcance
escritural. Como en el caso del hotel, se daría un interés empresarial centrado
en el todo. Si se tiene en cuenta el tamaño y complejidad de algunos hoteles
contemporáneos, esta sugerencia de que los hoteles podrían ser las ciudades
prototipos del futuro se hace más creíble hoy que cuando entramos en contacto
con esta idea por primera vez hace más de ochenta años. El hotel MGM Gran de
las Vegas, que en ninguna medida es de los más grandes, se anuncia a sí mismo
como una ciudad auto-contenida. Y en verdad se acerca éste a una comunidad
generalizada, pues éste dispone de centros comerciales, oficinas de negocios,
centros de convención, restaurantes y cafés, capillas, teatros y galerías de
arte, servicios médicos, fuerzas de seguridad, una estación monorraíl, y la
lista continúa. Sus inquilinos, los profesionales y tiendas de retales que lo
habitan, los trabajadores y visitantes, constituyen en conjunto una población
más extensa que la que disponían las ciudades de Boston, Nueva York o
Filadelfia en la época en la que EEUU se separó de Inglaterra.
La Teoría de la Empresa Comunitaria:
Henry George, Ebenezer Howard, Spencer Heath
Todavía no tenemos un cuerpo teórico comprensivo que trate sobre la
proliferación de mancomunidades de ingresos que prometan convertirse en
comunidades plenas. Si tal teoría existiera, sería la que desarrollaron durante
el siglo XIX gente que se encontraba fuera de los centros académicos y cuyo
trabajo escrito es poco conocido en la actualidad. Entre los más prominentes de
tales individuos se encontraban Henry George (1839-1897), Ebenezer Howard
(1850-1928), y Spencer Heath (1876-1963).
Henry George, que fue un economista bastante sobresaliente, científico político y
orador, hizo una contribución mayoritaria a finales del siglo XIX. Éste tuvo
varios distinguidos predecesores, entre los cuales se hallaban William Ogilvie,
Thomas Spence, Patrick Edward Dove y el primer Herbert Spencer. Pero ninguno de
ellos se acercó a la contundencia con la que éste publicó la idea de que las
rentas por el alquiler del suelo, que son ingresos provenientes de la tierra, constituían
un tipo de fondos "ordenados de forma natural" para financiar los
servicios públicos. Desafortunadamente, el método que éste vislumbró para
aplicar tales principios residió en la capacidad del gobierno para recolectar
tales ingresos, lo que deja fuera del asunto a los propietarios inmobiliarios.
De esta manera, las comunidades Georgistas, en teoría no habrían sido
propiedades inmobiliarias, como tampoco competitivas o empresariales en ningún
sentido. Su confianza en el poder coercitivo del gobierno, que constituye su
"ramalazo político," podría explicar tanto como cualquier otro factor
individual la razón de que su argumento callera en la obscuridad. El economista
Fred Foldvary en su Public Goods and Private Communities: The Market
Provision of Social Services, sólo
ha podido hoy día, después de un siglo, comenzar a reintroducir la relación
entre rentas y servicios públicos dentro de la discusión pública y académica.
Ebenezer Howard fue un inglés práctico
y modesto que, sin embargo, a diferencia de Henry George, fue un ensoñador
social con una capacidad de visión extraordinaria. A pesar de la limitación de
sus medios personales, éste fundó el movimiento England’s Garden City y fue responsable por el éxito y desarrollo de dos
ciudades fuera de Londrés edificadas sobre lo que antes había constituido
terreno rural. Letchworth y Welwyn son hoy pequeñas pero prósperas ciudades
financiadas con los ingresos mancomunitarios de rentistas, y hasta donde puedo
saber, carentes de toda financiación pública. Por el contrario, el gobierno
socialista británico (labour government), tras nacionalizar ambas ciudades
después de la segunda guerra mundial (al ser la tenencia privada de tales
ciudades por una compañía algo que se salía de la ideología política del
momento), sintió vergüenza por la cantidad desorbitada de ingresos que se
encontró recibiendo de las mismas; pero al no tener espíritu empresarial, éste
no supo qué hacer con los mismos. Aunque Howard nunca conoció en persona a
Henry George y se mantuvo lo más lejos posible del gobierno, éste consideró su
"ciudades jardín" (garden cities) como la aplicación natural del
ideal georgiano de liberar la producción de los impuestos y la fundación de los
servicios públicos con dinero proveniente de las rentas de alquiler.
De forma inexplicable, la parte más significativa del trabajo de Ebenezer
Howard ha sido eclipsada por la ideas de Henry George. La innovación de
financiar lo comunitario con medios privados derivados de los ingresos de la
tierra y, a partir de ahí, la renuncia a los ingresos públicos relativos a los
impuestos ha sido olvidada en la literatura de la planificación de la ciudad.
Su Garden Cities of Tomorrow ([1902] 1965) ha adquirido la categoría de
pedestal clásico nunca leído. La pura innovación física de sus ciudades, por
otro lado, como su diseño y control de la densidad poblacional, los reglamentos
funcionales de urbanización y pulmón verde, son ampliamente copiados. Pero lo
que él mismo hubiera esperado ser su mayor contribución ha sido olvidada.
Howard no se comprometió al principio con la idea de si sus ciudades jardín
deberían ser estructuradas como venturas comerciales o, de forma alternativa, como
empresas fideicomisarias sin ánimo de lucro. Pero para asegurar la buena fe de
socialistas fabianos como George Bernard
Shaw, que estuvo entre sus primeros defensores, éste eligió el último curso de
acción. Sin embargo, su contable, C.B. Purdom, escribiendo en años posteriores,
atribuyó la lentitud de ambas ciudades en salir adelante y la falta de visión
general de su equipo de dirección subsiguiente, a la ausencia de cualquier
provisión de participaciones en la tal ventura (1949: 345). Tal mediocridad
directiva puede explicar por qué las dos ciudades permanecen en la oscuridad
hoy día. Éstas fracasan a la hora de proporcionar algo más que un entorno de
vida atractivo para sus ochenta mil ciudadanos. Tal y como afirma uno de sus
defensores de la forma más simple:
Howard y sus asociados
cometieron un error propagandístico al instaurar Letchworth y Welwyn, y fue el
de edificarlas a una hora de viaje de la ciudad de Londres. Una debería haberse
construido en alguna isla lejana como la de Mauricio, y la otra en la república
soviética de Uzbuzchakistan. Los planificadores y periodistas las habrían
visitado y escrito sobre ellas, y ahora tendríamos copiosos volúmenes sobre
ellas. También nos habríamos ilusionado con ellas en tanto que logros sin
parangón, y querríamos saber por qué no podríamos tener lugares similares en medio
del arrollo inglés. (Osborne 1946: 36)
Spencer Heath fue un ingeniero, manufacturero, horticultor,
poeta y, en última instancia, filósofo de la ciencia y pensador social que
realizó su principal trabajo durante los años del New Deal de Roosevelt, una edad esta definida por la ascensión en aumento del gobierno
en América. Que éste no fuera un académico y que fuera "políticamente
incorrecto" puede ayudar a la hora de explicar por qué sus teorías
sociales ganaron tan poca popularidad. El punto culminante de su pensamiento
tuvo lugar durante los primeros años de la década de 1930, que fue cuando éste
concluyó que los derechos de propiedad constituían una alternativa frente a la
política. En 1936 éste se auto-publicó una monografía, Politics Versus
Proprietorship, en la que inauguró
por primera vez la racionalidad de la empresa comunitaria.
El genio de Heath
consistió en ver que el programa de Henry George, que permitiría prescindir de
los impuestos en lo relativo a la producción privada y financiación de los
servicios públicos a partir de los ingresos provenientes de las rentas del
suelo (de ahí el nombre de "impuesto único"), satisfacía de lleno los
intereses de los propietarios de tierras. Pues si un propietario de tierras
asumía todos los costes de la administración pública y liberaba la producción privada
de los impuestos y las cargas relativas a la regulación, la productividad se
dispararía, los sitios y lugares serían muy demandados debido a la nueva
actividad empresarial, y ello resultaría en unos mayores ingresos que cubrirían
los costes de gobierno dejando margen para el lucro personal de los
propietarios inmobiliarios. Éste creyó que los intereses liberales en la
empresa inmobiliaria tomarían la cabecera en última instancia en un entorno
privado libre de impuestos y que en su propio interés estos asumirían los
costos de gobierno. Heath completó la idea de Howard al dotarla del motor
empresarial. Por medio de vislumbrar el modo en que los propietarios de tierras
habrían de asumir toda la responsabilidad en cuanto a las funciones de
gobierno, éste anticipó la transición de negocio público a negocio privado, lo
que constituía un campo virgen para la inversión empresarial e inmobiliaria.
El Paradigma de la Sociedad del Desarrollo
Si realizáramos ilustraciones
del futuro con una brocha lo suficientemente ancha, podríamos cubrir a menudo la
totalidad del tema tratado realizando "una joya." Las predicciones
más interesantes, debido a su dificultad, son esas que aterrizan en lo
concreto. Tengo confianza a la hora de predecir que la administración de la
empresa comunitaria acabará reemplazando a la política, y aunque el tiempo a
tardar constituya parte de la predicción en sí, no me sorprendería si esta
tuviera lugar en el transcurso de vida de muchos. Dejando el tiempo fuera, sin
embargo, la visión de conjunto que propongo es una en la que las comunidades de
tipo autosuficiente serán la norma (enclaves empresariales mancomunitarios en
lugar de subdivisiones como forma escogida de tenencia para la mayoría de usos
comerciales, industriales y residenciales). Los impuestos, las licencias y
demás cargas burocráticas restrictivas sobre estas empresas se volverán cosas
del pasado. El Estado acabará marchitándose, por tomar prestada una imagen de
Marx, en la medida en que sus funciones serán satisfechas de forma mucho más
efectiva por medio de un mercado siempre cambiante.
Las predicciones
más detalladas son aptas para llevarme hasta la multitud. Teniendo en cuenta
los peligros, sin embargo, estoy predispuesto a dar respuestas ante una de las
preguntas que se presentan con más asiduidad:
¿Qué Pasará con las Fronteras Nacionales?
Perdiendo ya prominencia debido al crecimiento del ciberespacio, veo las
fronteras nacionales como restos del pasado. Por pura conveniencia, las
fronteras titulares entre federaciones comunitarias autónomas podrán surgir
siguiendo características naturales tales como los ríos, las montañas o las
identidades lingüísticas del lugar. La percepción de Jane Jacobs de que los
colectivos naturales de la sociedad se constituyen en la ciudad en lugar de en
las naciones estado debería ser algo ya autoevidente.
¿Serán todas las Comunidades Iguales?
Lo más probable es que existan una variedad mucho mayor de la que existe
hoy día debido a la especialización de las comunidades para atraer al cliente,
descubriendo cada una de ellas su nicho ecológico en el seno de una economía
global siempre cambiante. Las emprecoms existentes del mismo tipo varían entre
sí incluso hoy día. Téngase en cuenta, por ejemplo, los distintos tipos de
hoteles existentes. Aquí encontramos centros residenciales, resortes
turísticos, de trasiego, étnicos, tipo dormitorio, casinos, de lujo, etc., con
la subsiguiente lista de subcategorías o híbridos dentro de cada grupo.
¿Cómo serán de Grandes estas Comunidades?
El tamaño estará determinado por consideraciones de mercado. A excepción,
quizás, de algunos centros temporales y demás situaciones concretas, yo
sospecho que en la sociedad tribal, "el tamaño óptimo" no será
demasiado grande debido a cuestiones relativas a la administración, es decir,
que se tratará de comunidades con unos pocos miles de personas, lo que
permitirá reconocer a su miembros a la vista. En etapas sucesivas, tales
comunidades empresariales se asociaran de forma informal o de otra forma, tal y
como hacen las cadenas o franquicias de negocios hoy día al objeto de lograr
funciones que se manejan mejor gracias a la cooperación en niveles superiores.
Las preferencias del consumidor siempre serán un factor determinante. Algunas
comunidades se fusionarán, lo que resultará en centros poblacionales con mayor
densidad urbana, mientras que otros serán rurales. De forma inevitable, se
darán compuestos formados a partir de distintas comunidades de varios tipos de
la misma forma en que los átomos se agrupan para formar unidades mayores o
moléculas más complejas.
¿Será la Sociedad Democrática?
La palabra democracia, tal y como de forma tan hábil sintetizó E.C. Riegel
(1978:77-81), tiene dos significados. Ésta puede significar autonomía
individual donde todos son iguales en autoridad sobre sus respectivas personas
y propiedades, o se puede referir al proceso de decisión política cuyo
resultado se determina votando. se dice que Jonathan Swift ha comentado sobre
el último sentido de democracia diciendo de forma irónica que "alguna
gente no tiene otra forma de elegir entre el bien y el mal que contando
narices."
El voto político, mientras que su intento, y a menudo durante un tiempo su
efecto, consiste en moderar la autocracia, sin embargo conlleva la unión de un
grupo de personas contra otro. No se trata de un proceso relativo a la
propiedad. Para los perdedores, que son gobernados por la mayoría ganadora,
ésta puede ser tan opresiva como el más autocrático de los regímenes. En la
subdivisión de la tierra, donde la ausencia de una autoridad responsable debido
a la fragmentación de los títulos de propiedad no suele dejar a sus residentes
otra opción que la de votar, encontramos las semillas del Estado.
Las subdivisiones gobernadas por las asociaciones de propietarios de tierra
contrastan de forma aguda con las emprecoms. A la dirección de la asociación se
le adjudica el mantenimiento de las calles y otras áreas comunes en conformidad
con un conjunto de reglas preestablecido. La mayor parte de este papel es el de
hacer cumplir el tipo de pactos restrictivos en las escrituras. Aparte de su
función de mantenimiento, por lo tanto, se trata de un acuerdo policial. Las
emprecoms, por otro lado, buscan crear un espacio de vida que sea capaz de
atraer al patrocinio. La conformidad y el patrocinio constituyen fines
opuestos, y su psicología varía de forma acorde. En una los residentes están
sujetos a las restricciones impuestas por las escrituras y, por lo tanto, de
forma bastante literal, se encuentran sometidos.
En el segundo caso, los residentes son clientes; patrones de forma efectiva.
Además, la dirección de la asociación debe ser rígida para poder ser efectiva,
mientras que el empresario debe de ser más bien flexible dentro de su propio
sistema de reglas, juzgando cada caso particular en función de sus propios
méritos (MacCallum 2010).
Las asociaciones de propietarios son a menudo llamadas democráticas en la
medida en que los procesos de toma de decisión son acompañados del voto. Pero
las emprecoms no son menos democráticas, en el sentido de que sus residentes
votan todo el tiempo cuando pagan sus rentas. Una diferencia es que en la
primera, cada individuo no sólo afecta con su voto a uno mismo, sino también a
los demás al determinar asuntos que afectan a todos en general. En la última,
cada voto afecta sólo a uno mismo. Estos contrastes en cuanto al uso reflejan
sentidos muy diferentes de la misma palabra.
La subdivisión y los arriendos coexistirán sin lugar a dudas bien entrados
en el futuro, y por lo tanto, también ambas formas de democracia. Mientras que
el resultado entre ambos quedará determinado por preferencias de mercado, la
forma propietaria y no política será la que más probabilidades tendrá de
subsistir. Una buena razón es que los arriendos permiten la flexibilidad y reubicación
continua, incluso en relación con el tendido de las calles y otras áreas
comunes, sin infringir los derechos de propiedad, y en esto consiste una
ventaja inconfundible en un mundo definido por el cambio tecnológico constante.
La razón más básica, sin embargo, es que el alquiler de la tierra hace posible
que una comunidad sea llevada como una empresa de negocios. La dependencia que
toda empresa de este tipo tiene sobre los beneficios representa un factor
importante de protección contra la arbitrariedad que no se encuentra en los
acuerdos de subdivisión (MacCallum 1996, 18: II.D.6 nota 6 a pié de página), y
ello obliga a la provisión de servicios públicos en una dinámica que no poseen
las subdivisiones comunitarias.
¿Qué Pasa con los Individuos que Prefieran
las Subdivisiones a los Alquileres de Tierras?
Por lo menos en el presente, y quién sabe durante cuánto tiempo en el
futuro, la idea de poseer uno mismo una parcela de terreno seguirá siendo
bastante sugerente para el individuo. Allí donde exista demanda, el mercado
siempre encontrará la forma de proveerlo. Algunas comunidades ofrecerán sin
lugar a dudas aproximaciones a la subdivisión a través de alquileres de largo
plazo, donde también se incluyen esos que se realicen a perpetuidad, los ya
pagados de por vida y las herencias. Pero como asunto práctico, algo como las
cotas simples estarán a disposición en la mayor parte del globo durante tanto
tiempo como pueda vislumbrarse en el futuro.
¿Será esto como el Feudalismo?
No se tratará de feudalismo, sino de señoríos; ambos términos suelen
confundirse. Los señoríos son una forma agraria de organización social,
mientras que el feudalismo consiste en un orden militar impuesto sobre aquél,
normalmente por conquista, y es así que ambos términos suelen confundirse. El
feudalismo normando fue impuesto sobre una Inglaterra predominantemente
señorial tras 1066.
Si se pregunta si las empresas comunitarias se parecerán a los señoríos, la
respuesta es que sí, pero con la siguiente explicación. Pues aunque estos
estuvieron estructurados de forma similar, los señoríos no progresaron. De
forma presumible, la razón se debe al hecho de que estos se dieran antes de su
tiempo.
Uno de mis profesores de la Universidad de Chicago, Sol Tax, realizó en una
ocasión un trabajo de campo en las tierras altas de Guatemala y escribió un
libro llamado Penny Capitalism.
Éste describió un sistema de mercados indios de tipo laissez-faire en la
más pura tradición de Adam Smith y que aparentemente ya lo eran desde antes de
la conquista española. La pregunta que éste lanzó fue que, si esas gentes
disponían de libertad, por qué no se habían enriquecido. La respuesta que éste
sugirió fue que la creación de riqueza requiere mucho más que la mera libertad.
Ésta requiere de instituciones bastante complejas y el desarrollo de una
sociedad de mercado. En la población nativa de Guatemala la idea de firma no se
había desarrollado al faltarle la disposición de determinados fenómenos de
mercado sobre los que ésta depende, como la creación de un sistema de precios,
las finanzas y la banca, los seguros, etc. La unidad de producción residía en
la familia y no en la firma.
La distinción entre firma y familia es crucial. Las firmas son impersonales
en el sentido de hallarse especializadas, con fines bien definidos, y alistan
empleados sobre la base de su habilidad y experiencia, siendo orientadas de
forma única hacia las relaciones de mercado. Las familias, por otro lado, necesariamente
se dejan llevar por otras cuestiones en las que, por ejemplo, la recreación, el
matrimonio o las muestras de respeto por los miembros fallecidos pueden ser
superiores a cualquier otra cosa. Éstas no pueden alistar o despedir a no ser
que sea de forma limitada a través del matrimonio, el divorcio o por medio del
reconocimiento de lazos familiares extensos; la familia debe acoger a la vieja
tía Flora y al irascible primo Juan.
Las disposiciones señoriales consistían en venturas familiares con
apariencia de negocios desde la perspectiva actual. Debido a su naturaleza más evolucionada
y al hecho de que está operará en un entorno totalmente diferente, es decir, en
una economía global y competitiva engranda en relaciones de apoyo financiero y
servicios institucionales de todo tipo, la empresa comunitaria hará cosas
impensables para los señoríos medievales. Cometemos un grave error a la hora de
entender a las emprecoms bajo el prisma del señorío medieval o tribal de la
aldea.
¿Qué es lo que Impedirá a los Gerentes de las
Emprecoms de Convertirse en Tiranos?
¿Si se mira alrededor, qué es lo que se ve? Si rebuscamos entre los
registros de los cientos de miles de emprecoms hoy día es posible que nos
encontremos con auténticas historias de terror, pero se tratará de la excepción
y de algo pasajero. Hace años realicé un estudio de campo sobre el tipo de
situaciones problemáticas que surgen en los campings para caravanas y centros
comerciales, y sobre cómo se solucionaron (1971). Durante el estudio en curso
un gran número de historias bastante entretenidas salieron a la luz, pero ninguna
de ellas llegó a la categoría de cuento te terror. El hecho es que la mayor
parte de las veces la gente de negocios se cuide de satisfacer las necesidades
de sus consumidores, pues es eso lo que les mantiene en el negocio. Si estos se
vuelven negligentes, pierden el negocio o alguien se lo compra para restituir
su rentabilidad.
En contraste, las comunidades políticas no dan lugar a grandes asombros,
pues sabemos qué esperar de ellas. Pero no deberíamos buscar la consistencia
perfecta en ninguna categoría, política o económica, pues Lucifer habita
incluso en los cielos. Lo que cuenta es el comportamiento característico que
solemos encontrar en las venturas comerciales, que se basa en el servicio, por
contraposición a la empresa política, cuya naturaleza es predadora. Tanto la
una como la otra puede salirse de su papel en ocasiones, pero tales excepciones
no hacen más que justificar la norma.
¿Cómo será la Toma de Decisiones a un Nivel
Global?
Imaginémonos un despliegue global de emprecoms en tanto que comunidades
autónomas de tamaño pequeño a moderado, aglomerándose por aquí y por allí de
formas variadas al objeto de crear agregados de población más densos. Éstas se
parecerán a lo que los antropólogos llaman sociedades "acéfalas" o
"sin estado," cooperando más bien de forma informal a varios niveles
por medio de redes de contactos. Este enfoque se lo debo a la antropóloga
Virginia H. Hine (1977: 1984).
¿Pero no son los Incentivos lo que Gobiernan
todo esto?
Sí, los incentivos son lo que hacen que la empresa comunitaria sea
auto-suficiente, y que se mantenga gracias a sus servicios. El comercio está
muy poco valorado y se le estima menos. La gran tendencia que se encuentra en
aumento hoy día es que la tierra sea administrada en tanto que capital productivo,
y en este proceso es que presenciamos la evolución natural de mancomunidades de
arrendatarios y tenencias (precisamente lo que Henry George, Ralph Borsodi y
otros propusieron como cura frente a la excesiva especulación sobre la tierra).
Pero lo que no vieron es que cada cura surge de forma emergente a partir de los
procesos de mercado, gracias a los negocios ordinarios y el incentivo de sacar
provecho. Se hace algo extraño que fuera precisamente Spencer Heath el que
anticipara todo esto de esta manera.
A un nivel individual el incentivo por obtener ganancias tampoco está bien
entendido. La mayor parte de las veces, la gran motivación del hombre de
negocios con éxito es estética. Mientras que la obtención de beneficios suele
mostrarse como algo frío y calculado sobre la base del actuar, la mayoría de
los hombres de negocio suelen apasionarse por eso que hacen. Estos ven los
negocios como un desafío y esfuerzo creativo. Se trata de un juego que requiere
de una plantilla de anotaciones para permitir a los jugadores saber si lo están
haciendo bien o no, y los beneficios lo son. Tal y como ocurre en cualquier
otra empresa, las operaciones realizadas con éxito por parte de una comunidad
empresarial demanda que la autoridad propietaria tome decisiones y actúe
responsablemente sobre la base de esas decisiones. También demanda que exista
la posibilidad de obtener beneficios de tal forma que el juego, en este caso
una comunidad que atrae y conserva a sus clientes, pueda continuar. En esto
consiste un desafío gratificante para ese que se halle inclinado hacia los
negocios. Todos estos elementos se encuentran presentes en el negocio
comunitario del alquiler del suelo.
¿Por qué debería un Cambio tan Radical
Suceder ahora tan Rápidamente en Lugar de Hacerlo de Forma Gradual Durante un
Largo Periodo de Tiempo?
Sabemos gracias a la historia que cuando las condiciones son las apropiadas
para una nueva clase de desarrollo, tal desarrollo toma lugar de forma
apresurada. En este caso sólo necesitamos acordarnos del papel crucial
desempeñado por los cálculos numéricos que nos permiten desarrollar la ciencia
y el comercio, y luego observar que algo espectacular está sucediendo hoy día.
El uso de ordenadores ha aumentado nuestra habilidad para manipular no sólo los
números sino también la información de todos los tipos por orden de magnitud, y
esta habilidad ha ido progresando a un nivel exponencial. Además, el ordenador
personal y las publicaciones electrónicas, al traer las bibliotecas a casa y
hacer posible el trabajo esté uno donde esté, está dando a la gente el poder
como individuos permitiéndoles realizar un éxodo a partir de la regimentación
de la fuerza de trabajo. Aquí tenemos un proceso descentralizador dentro del
propio mercado de magnitudes nunca sospechadas.
Por esta y otras razones, si la humanidad sobrevive en el corto plazo, las
emprecoms podrían convertirse en la forma de comunidad preferida dentro de unas
pocas generaciones. En ese tiempo, si esto sucede, no tendremos que abandonar
el gobierno tal y como lo conocemos hoy. Simplemente, y sin mayores
espectáculos, éste se nos quedará pequeño
haciendo que sus antiguos trabajadores sean absorbidos en empresas más
productivas. Las sociedades humanas, que a un nivel tribal manifiestan el
patrón normal de sociedad aunque sea a un nivel todavía demasiado inmaduro,
habrá madurado tomando su propio camino. La humanidad habrá sorteado al fin
este peldaño de la evolución social. Y todo se habrá nivelado.
Spencer H.
MacCallum
Revised 2014
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