Saturday, 8 November 2014

Por Una Sociedad Libre y Privada

El Austroliberal, Birmingham 9 de Noviembre de 2014, por Jorge A. Soler Sanz

Existe hoy día una gran confusión en relación a la forma que habría de tener la sociedad sin Estado y sus instituciones. La raíz de este problema reside en la confusión popular existente entre las funciones de gobierno y de estado, pues lo normal es que ambos términos se presenten como sinónimos cuando en realidad se trata de dos categorías totalmente distintas. De la misma manera que el feudo consiste en la dominación militar y territorial del señorío, del que éste depende para su subsistencia, el Estado es esa lacra que se adueña de forma coercitiva de la función de gobierno para poder sobrevivir e instaurar su dominio populista en el medio social.


Algo que merece la pena de destacar lo constituye el hecho de que el Estado sea posterior a la sociedad civil, no anterior, y sus instituciones de gobierno. Esto es así porque sin actividad comercial o empresarial que se precie, y esta no es una nota característica de las sociedades tribales basadas en la familia como institución de las que venimos, no puede haber recaudación de impuestos, y sin estos éste simplemente no puede subsistir. A menos que se considere a los primeros miembros políticos integrantes de los primeros estados la capacidad de crear sociedad de la nada para luego tasarla por medio de los impuestos, cosa esta que les dotaría de una capacidad humana y de visión difícil de imaginar hoy día si se tiene en cuenta la malicia y degradación propia de la actividad política, se habrá de concluir que la actividad comercial, basada en las relaciones de mercado, fue lo primero, y que el Estado sólo vino después viviendo de las mimas. Decir que puede haber Estado sin sociedad civil es como admitir que el parásito es anterior al huésped que lo alimenta, lo que constituye un absurdo biológico.

Debido a esta confusión popular entre las funciones propias de gobierno y las de estado es que, con demasiada frecuencia, se acaba concluyendo diciendo que sin Estado no puede haber instituciones, y sin éstas, la sociedad civil parece difícil de vislumbrar. Mientras que por un lado parece difícil vislumbrar la forma que habría de tener una sociedad sin instituciones de gobierno, si resulta posible elucidar el sentido y forma que habría de adoptar el medio social una vez abandonado ese lastre parasitario que vive de su sangre una vez eliminada toda función de estado. El resultado, no cabe duda, vendría simbolizado por un progreso constante y desarrollo sin parangón en la historia. Muchas actividades empresariales que hoy en día no tienen lugar, o se ven en gran medida limitadas por los impuestos y otras formas de regulación estatal, levantarían por fin el vuelo añadiendo al bienestar económico y social que hoy día presenciamos en la actualidad. Este aspecto, no visto por la mayoría de los economistas de hoy día, es lo que denominamos "costos de oportunidad," y consisten en la actividad no desarrollada pero pendiente que no puede manifestarse por falta de medios económicos y otros lastres que el Estado impone al individuo.

Si bien es cierto que la presencia omnipotente del Estado puede parecer desalentadora, lo cierto es que el futuro es más prometedor de lo que pudiera parecer a simple vista. Muchos de los cambios que se están dando hoy día, y que para muchos pasan desapercibidos, no constituyen sino más que la semilla de la sociedad que todavía está por venir. Spencer MacCallum, por ejemplo, ha sabido identificar correctamente estas tendencias "de mercado" en muchas formas de mancomunidades de inquilinos arrendatarios que hoy en día se establecen en la sociedad por todo el globo.[i] Lugares como el hotel, los cruceros de lujo, los centros comerciales, los campings, los parques temáticos y de atracciones, los centros feriales, los edificios comerciales de oficinas o apartamentos, las urbanizaciones, o los resortes turísticos, por citar los ejemplos más conocidos, ya disponen medios de seguridad privada y son capaces de ofrecer como producto comercial todo tipo de servicios sociales tales como el alcantarillado, el tendido público, calles y aparcamientos, etc., todo ello, financiado con fondos privados proveniente de los consumidores de tales servicios.

Que esto ya se esté dando, sin embargo, no explica el fondo institucional que habría de permitir el surgimiento de este tipo de venturas comerciales y sus centros de gobierno. El enfoque anarcocapitalista no prescinde aquí de toda forma de regulación, sino que señala su aspecto privado y voluntario. El pronóstico aquí dice que la sociedad se fragmentará en distintas comunidades mancomunadas de propietarios que se asociarán a un nivel superior para ser más efectivas en su interés de gobierno. Y esto quiere decir que las instituciones y centros de gobiernos también se fragmentarán en un proceso centrífugo y desunificador que se producirá en distintos órdenes de la sociedad. Cuanto más disperso y desubicado se encuentre el poder social, que de forma tradicional ha quedado concentrado en las manos del Estado, tanto más efectivo éste será debido a la competencia y los incentivos de mercado, y ello de forma contraria a la intuición. Que el Estado no pueda ser efectivo sin unificar su poder político en manos del Estado por causa de los impuestos de los que éste depende para sobrevivir, no quiere decir que la sociedad civil se vea obligada a lo mismo, sobre todo, cuando su forma de ingresos tienen una raíz voluntaria y consensuada bajo la forma de venta de productos y servicios.

La regulación del medio social caerá de esta moda sobre el individuo o propietarios de los medios de producción, y tal y como ya ocurre en la actualidad, la razón y función social de ésta tendrá su justificación en la evitación anticipada de pleitos y querellas. Y sin embargo, en esta función social, la empresa privada de servicios sociales tendrá que ser flexible y sopesar riesgos so pena de perder a sus clientes. De este modo, el productor de autopistas, por ejemplo, deberá sopesar el riego de permitir determinados índices de velocidad, o si se debe o no exigir el uso del cinturón de seguridad, junto a la expectativa de ser demandado frente a un tribunal por causa de accidentes o la provisión de servicios inadecuados o peligrosos para el resto de la sociedad. De la misma manera que muchos parques temáticos y de atracciones no permiten su uso a determinados perfiles de la población, como niños de determinada estatura, enfermos del corazón, etc., renunciando así a posibles ingresos adicionales, el proveedor de servicios viales deberá sopesar este y otros riegos a la hora de ofertar sus servicios al cliente.

¿Y qué tipo de incentivos debería poseer una justicia descentralizada para ser justa e imparcial en un entorno civil y privado si se renuncia a los impuestos?  En esencia, se trata del mismo que podría tener cualquier otra empresa de servicios que no quiera perder a sus clientes. Si no se obliga al consumidor a financiar los servicios de justicia por medio de los impuestos, lo normal es que la dinámica desarrollada resida en la satisfacción de las demandas del cliente, y un sistema judicial corrupto o que satisface los intereses de unos pocos, en lugar de los del conjunto de la población, tiene todas las posibilidades de arruinarse en su intento y verse obligada a cerrar las puertas de su negocio para que otros con más visión de futuro ocupen su lugar. Si hay una dinámica que defina hoy día a la justicia, es precisamente su visión cortoplacista que, de forma indudable, tiene su razón de ser en la no titularidad de los medios de producción políticos, pues la función del político es hoy día transitoria. La así llamada tragedia de los comunes puede explicar con facilidad la actitud de rapiña que el político, o las funciones de justicia y gobierno, ejercen sobre el medio social debido a la falta de titularidad sobre los medios que se ofertan a disposición del consumidor.

Uno de los incentivos que Shakespeare muestra en el Tribunal de Venecia para dictaminar en contra de Don Antonio y a favor de Shylock, el judío prestamista, al que éste detesta, reside en el hecho de que los ojos de la ciudad entera se hallen centrados en el caso a juzgar y el miedo de los jueces que juzgan el caso de que ya nadie quiera firmar contrato alguno en la ciudad si no se cumple el bono estipulado entre ambos. Recordemos que en aquella época la población judía se hallaba excluida en guetos y que la animosidad de la población en su conjunto por este grupo de individuos constituye una de las notas dominantes de esta obra literaria desde el principio hasta el final. Evidentemente, Shakespeare no fue un economista, sino un brillante literato, pero la dinámica de incentivos que éste presente en esta obra si puede ser estudiada desde un punto de vista económico en la actualidad. Aquí no vamos a caer en el error de pensar que con la privatización de los servicios de justicia, o de los de gobierno para el caso, se solucionen todos los problemas, pero lo cierto del asunto es que lo incentivos económicos son los que determinan la actividad empresarial de los individuos, y que el miedo a perderlo todo siempre es mucho más poderoso que las filiaciones ideológicas o de clase que uno pueda poseer. Después de todo, lo que mueve a los individuos, no son las ideas, o las buenas intenciones, sino los incentivos, y el económico es uno muy poderoso como para no tenerlo en cuenta.







[i] Véase The Quickening of Social Evolution y The Enterprise of Community

LA VELOCIDAD DEL CAMBIO SOCIAL






LA VELOCIDAD DEL CAMBIO SOCIAL

Salvando los Últimos Rápidos, Quizás











Spencer Heath MacCallum












The Independent Review
A Journal of Political Economy
Vol. II  No. 2  (Fall 1997)
 (Revised by the author 2012)






LA VEOCIDAD DEL CAMBIO SOCIAL

Spencer Heath MacCallum

Hace años leí una traducción, que se supone se basaba en datos verdaderos, sobre una de las primeras secuencias jeroglíficas egipcia, que decía que el mundo se dirigía de hecho al garete. Tras una lista de quejas, como la desobediencia de la gente joven y la constatación de que ésta ya no respetaba a la gente mayor, se acababa haciendo notar que "todo el mundo estaba tratando de escribir un libro."

Es así que cada generación tiene la impresión de que el mundo se desmorona. Existe una buena razón del porqué eso es así, y una muy fácil de entender. El mundo es algo que fluye constantemente, donde las nuevas formas siempre evolucionan a partir de las anteriores. Si nos encontramos familiarizados con los patrones más viejos, es porque los hemos vivido, pero no se puede decir lo mismo de los nuevos que emergen, pues no forman parte de nuestra experiencia. Es por esto que, a duras penas, somos capaces de reconocer los nuevos patrones que se encuentran en proceso de formación. Cómo sólo somos capaces de identificar lo ya pasado, todo lo que podemos constatar en los cambios es la desintegración del pasado, los patrones que se están perdiendo. Esto resulta muy fácil de observar en el lenguaje, cuando los pedagogos fracasan a la hora de enseñar a las nuevas generaciones las formas correctas "gramaticales" al uso. Pero el mismo fenómeno sucede en todas las áreas de la experiencia. Es así que la desintegración de la que se lamentaban los egipcios, y probablemente todas las generaciones que les sucedieron, lo es sólo en apariencia. A ésta también se la podría denominar una desintegración integradora, con la excepción de que la evidencia de la misma no se nos presenta de forma fácil ante la vista. Aquí debemos confiar más en la fe que en otra cosa.


Lo mismo sucede con los cambios sociales, el amplio barrido que efectúa toda evolución social. Sólo los cambios sociales se presentan como algo no gradual y abrupto que cambia desde unas formas comparablemente estables a su estadio siguiente, y sin embargo, siempre sobre la base de lo ya acontecido. Es como si se tratara de una escalera que estuviera compuesta de peldaños y plataformas. Las plataformas aquí consisten en planos anchos formados por las instituciones estables mientras que los peldaños representan periodos turbulentos de cambio e inestabilidad que deben sortearse antes de alcanzar la siguiente plataforma estable, justo de la misma manera en que los salmones en periodo de desove deben sortear las cascadas rocosas de los ríos antes de llegar a aguas más estables. Aquí el salmón salta y retrocede en caída, vuelve a saltar y caer, pero a cada paso éste progresa un poco más que en el paso anterior, hasta que consigue sortear toda turbulencia.

El hombre lleva sorteando rápidos en esta medida al menos durante nueve mil años. Este es un periodo comparativamente breve en relación con los miles de años que el hombre lleva ocupando la tierra, siendo estos saltos y caídas lo que se ha registrado en los libros de historia y los documentos arqueológicos, que es lo que constituyen los tropiezos y puestas en pié de la civilización misma.

La plataforma previa de la escalera, el trazo calmo de agua que tan bién conocemos y dejamos atrás, consiste en el tribalismo, o sociedad de filiación, que se caracteriza por la dependencia a un sistema familiar que adjudica funciones y actividades en el seno social. Al haber dejado este sistema atrás, la sociedad actual se halla en una fase de experimentación en torno a formas más contractuales de relación. Sir Henry Summer Maine lo dejó bien claro cuando dijo hace más de cien años en su volumen clásico Ancient Law "podemos decir que las sociedades progresivas han pasado a partir de aquí de una sociedad de clase otra contractual." (el subrayado es el original) (1986: 141).

Yo sospecho que, en tanto que hombres salmón que somos, hemos llegado a un punto donde, en la medida en que saltamos, somos capaces de comenzar a vislumbrar el siguiente recoveco de aguas calmas tras sortear los rápidos y cascadas del río. Aquí podemos vislumbrar y comenzar a realizar juicios sobre la naturaleza de las sociedades humanas en la medida en que éstas se estabilizan de nuevo en su siguiente trazo evolutivo. Aquí pretendo asumir el riesgo, que no creo que sea demasiado grande, de realizar algunas predicciones sobre la sociedad en su camino hacia la estabilidad en algún punto del presente siglo en curso y, posiblemente, más allá del mismo.

El Tribalismo versus los Estados Nación de la Actualidad

Considérese primero de dónde venimos. En tanto que antropólogo, he centrado mi atención en gran medida en torno a las sociedades de tipo tribal. La era del tribalismo es en varios aspectos, si se compara con la sociedad actual, una edad de oro, sólo superable en función de lo que aún queda por llegar. Esto no quiere decir que debamos permanecer ciegos en relación con el hecho de que la vida tribal dejaba mucho que desear. La capacidad tecnológica del hombre tribal era tan limitada que éste solía encontrarse a merced de la propia naturaleza. Esta limitación afectaba seriamente a su salud; la expectativa de vida por aquel entonces era de menos de 30 años y a duras penas permitía la prolongación biológica de la especie. Un segundo contratiempo bastante grave que se daba bajo el tribalismo consistía en la coalescencia de la vida social, tal y como esta se daba, en torno a núcleos aislados por todo el globo con muy poca o ninguna forma de cooperación entre ellos. Las oportunidades normalmente se daban de forma reducida y sólo ante los miembros y conocidos del propio círculo social en el que uno nacía.

Estos eran contratiempos bastante serios, pero que también tenían su lado positivo. Dentro de cada uno de esos núcleos aislados, las relaciones sociales poseían un sentido de orden y justicia social incomprensible para nuestra sociedad actual. La sociedad entonces consistía en pequeñas unidades de gestión, en su escala bastante humanas, y las relaciones entre sus miembros (al menos entre los hombres) tendían al igualitarismo y la justicia. El jefe del grupo, por ejemplo, si bien poseía cierta influencia y prestigio, no ejercía autoridad alguna sobre las personas que lo componían o sus posesiones. Éste tenía tanta autoridad de clase como el más humilde de los miembros. Ni existían las levas, ni se daba ningún tipo de impuestos. Todas las sociedades tribales eran bastante consistentes al menos en este aspecto. En un sentido jurídico de la libertad, una persona es libre cuando ésta puede disponer de la integridad de su persona y posesiones. La sociedad tribal era libre en este aspecto.  

Permítaseme virar sobre una advertencia. Esta generalización no incluye las fronteras transaccionales entre tribus y estados. Cuando las tribus cruzan este umbral y se convierten en estados, éstas pueden retener muchas de sus características tribales durante mucho tiempo. Sabemos que nos enfrentamos con un estado, sin embargo, cuando se institucionaliza la fuerza aceptándose ésta como una forma de conducta adecuada dentro del grupo. En The Art of Community (1970: 98-99), describo el ejemplo dado por la tribu cherokee en 1761 que se constituyó en un estado. El momento de transición fue definitivo, aunque muchas de sus características tribales se mantienen hasta hoy día. La tribu cherokee cae dentro de esta caracterización general antes de 1761, pero no después.

La sociedad moderna representa bajo el yugo del gobierno político el caso opuesto al tribalismo. Imaginémonos a la humanidad en su conjunto como un gran pájaro que intenta emprender el vuelo. Bajo el tribalismo, una de sus alas, principalmente la ciencia y la tecnología, se arrastraba por el suelo impidiendo que éste volara. Si bien esa ala se encuentra ahora libre, es nuestra organización social el ala que arrastramos impidiendo que el ave pueda emprender su vuelo. Por medio de la ciencia y la tecnología hemos sido capaces de realizar grandes progresos, doblando nuestra expectativa de vida en sólo una pocas generaciones, que es algo que podríamos lograr de nuevo, y gozamos de medios de comunicación e intercambio prácticamente ilimitados con otros seres humanos situados por todo el mundo. Todo eso es progreso. Pero en nuestra vida política nos encontramos en regresión. Más de trescientos millones de personas en los EEUU, por ejemplo, son gobernados de forma monolítica desde arriba, y su líder en funciones es un guerrero que además es general de las fuerzas armadas y que ejerce de forma regular un tipo de autoridad que difiere de la que ejercen los individuos privados en sus asuntos cotidianos. Bajo un sistema de vigilancia continua y al hallarse sometidos a tal autoridad, se anula al individuo, el cual se convierte en una mera cifra. Nuestros avances en el ámbito científico y tecnológico se encuentran en peligro por la propagación y crecimiento incontrolado de la coerción institucionalizada.

El pronóstico de vida bajo el gobierno de la nación estado es bastante desalentador si se ve bajo la perspectiva de la desintegración de las instituciones y formas de vida en las que hemos crecido o conocemos a partir de los relatos de nuestros mayores o por el estudio. Pero el cambio, tal y como he dicho antes, no se caracteriza en función del desde, sino del hacia. Éste tiene dos aspectos, siendo uno de ellos bastante invisible hasta que prácticamente nos topamos con él. Los patrones de nuevo cuño en estado de formación no son abarcados en el seno de nuestra experiencia; es así que sólo podemos ver la desintegración que el cambio trae consigo. ¿Qué hay del futuro? ¿Podrá la humanidad separar las dos alas del suelo al mismo tiempo?


La experiencia del pasado debería asegurarnos que, desde un perspectiva de conjunto, el cambio es más integrador que desintegrador. Esto es algo que se puede demostrar, pues a la larga, si la salud no fuera más contagiosa que la enfermedad, por usar una frase casera de mi padre, ninguno de nosotros estaría hoy aquí. Pero afortunadamente, nosotros, la gente salmón, hemos ganado un punto casi en la cumbre de nuestra cascada rocosa, donde no necesitamos apoyarnos sólo en conjeturas filosóficas. Bajo el ojo de la mente, por lo menos, podemos empezar a ver la cumbre de la cascada, y tras vislumbrar el futuro podemos empezar a reconocer e interpretar sucesos que están sucediendo en nuestro entorno. Aquí podemos empezar a percibir cambios evolutivos básicos que están tomando lugar en la estructura y función de nuestra organización social, cambios que pronto podríamos estar en disposición de reconocer como parte de un patrón emergente. 

El Cambio que Gana en Inercia

¿Cómo es posible que tal cambio esté sucediendo? Revisemos lo más básico. No cabe duda de que las diferencias más básicas entre el tribalismo y la sociedad actual consiste en la mayor facilidad de la humanidad para manejarse con los números. La habilidad de manipular los números hace posible, por un lado, toda la ciencia y sus aplicaciones, y por el otro, las del comercio moderno, que son mundos extraños para el hombre tribal. La facilidad con los números no es algo que por sí mismo constituya una causa suficiente, si bien se trata de un prerrequisito. Sin estos, no podría darse ni la ciencia ni la generalización del comercio, pero con los mismos, si se dan las circunstancia adecuadas, la ciencia y el comercio podrán evolucionar. La ciencia se vuelve algo posible debido a las comparaciones que los números permiten hacer sobre las cantidades, y cada razón se presenta en forma de número; de ahí la racio-nalidad  de la ciencia. Del mismo modo, el mundo del comercio se vuelve posible debido a que éste depende de los precios numéricos y la contabilidad de la deuda, el crédito, los inventarios e intercambios. Los cambios que toman lugar de forma constante en los precios coordinan toda la actividad económica.

Mi enfoque no se centra aquí en la ciencia; no es esta el ala que arrastramos. El ala arrastrada es esa de las relaciones interpersonales, y una parte fundamental de esas relaciones (la parte sanadora y creciente) reside en el comercio. ¿Recuerda aquí el lector el pasaje de los Salmos sobre la piedra que rechaza el constructor y que se convierte en la principal piedra angular? El comercio es esa piedra angular. Esto es algo que no apreciamos en su justa medida, y que desvalorizamos en muchas ocasiones. Alfred Norht Whitehead caracterizó en una ocasión la civilización como la "victoria de la persuasión sobre la fuerza." Éste elaboró este punto diciendo que "el comercio constituye el gran ejemplo de la relaciones que surge por la persuasión" ([1933] 1967: 83).

El comercio se desarrolló en la medida en que la gente aprendía a sopesar los asuntos contables de forma numérica, haciendo posible el comercio con extraños, gente de otros linajes, clanes y villas. Los números hacen posible el balance y completan las transacciones; sin números y precios, siempre queda algo atrás por un lado o por el otro. Al tratarse con conocidos (el lenguaje usado por la tribu, de forma incidental, es el de regalo más que el de comprar o vender), la falta de balances no importa; pues en el transcurso de una vida, o en un periodo similarmente extenso, al final todo cuadra. Con la contabilidad, sin embargo, las transacciones pueden completarse por sí mismas. Cada partida puede quedar satisfecha, incluso en el caso de que ninguna espere encontrarse de nuevo con la otra. Es así que por primera vez podemos hacer negocios con gente que no conocemos. Esto disuelve la tensión superficial de los núcleos tribales sociales antagonistas y hace posible el sistema global de servicios recíprocos que hoy día amplía aún más nuestra confortabilidad y vida creativa.

La Tierra como un Objeto Comercial

El comercio es central a la línea de pensamiento que se está desarrollando aquí, pero no sólo el comercio en cualquiera de las formas en que éste se despliega en el mercado. De forma más específica, quisiera centrarme en el comercio sobre la tierra. Todos somos conscientes del crecimiento y desarrollo de otras clases de comercio, pero el comercio inmobiliario ha quedado rezagado de forma comparativa con otras áreas del mercado. Una razón de este rezago puede deberse a que en Europa, antes de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, la tierra no era libre en gran medida, al menos no de una forma tan generalizada como para que ésta se volviera objeto del comercio. Ésta no podía adquirirse ni venderse de forma oportuna en el mercado. Este cambio sólo fue posible cuando estas revoluciones separaron de forma efectiva la tierra del estado. Es posible decir que este cambio, que poco ha sido notado por el historiador, ha constituido uno de los cambios más notables de nuestra época actual. Antes de que éste sucediera, la tierra en la Europa occidental no podía comerciarse de forma libre como el resto de cosas, sino que se encontraba atada a las progenituras dependiendo de la administración del gobierno. Fue sólo cuando la revolución se extendió por toda Europa despojando a la nobleza de todos sus adornos y poder político sin despojarles de sus títulos de propiedad sobre la tierra al mismo tiempo que ésta pudo convertirse en un artículo de venta como cualquier otro y ser así usada como capital productivo.

La nobleza como clase, sin embargo, nunca tendió a los negocios. Previamente estos se habían constituido en el gobierno, y sus élites militares nunca quisieron mancharse la manos en el comercio. Jane Jacobs, en su Systems for Survival (1992), clarifica de una forma muy bella la razón de que prevaleciese esta ética. De esta forma la aproximación a la tierra desde un enfoque empresarial partió con desventaja, y de forma bastante lenta. Incluso hoy día, la gran mayoría de propietarios inmobiliarios poseen sus posesiones como algo colateral, que en muchas ocasiones se pretende complementar con otros ingresos o pensiones, teniendo una comprensión mínima del negocio en el que se encuentran inmersos.

La Racionalidad del Negocio Inmobiliario

La racionalidad del negocio inmobiliario fue claramente elucidada en sus orígenes por Spencer Heath (1936) y se deriva del hecho de que los servicios públicos, que son cosas que disfrutamos en común en lugar de forma separada, tal como las calles, la seguridad pública, y otros servicios comunitarios, constituyen características medioambientales. De forma contraria a cualquier otros bienes y servicios, que pueden darse de forma individual estén los individuos donde estén, los bienes y servicios medioambientales se entregan a los lugares mismos ganando los individuos acceso a los mismos por medio de su ocupación. Y la gente ocupa esos lugares donde existen estos servicios. Esta es la razón de que la localización del lugar determine su valor económico. Al ser los servicios públicos una parte constitutiva del medio ambiente de cualquier lugar, cuando los propietarios alquilan o venden tales sitios, estos hacen las veces de proveedores de mercado de tales servicios, que se presentan de forma conjunta a otras ventajas del lugar.

Sólo de esta manera pueden los servicios públicos ser distribuidos como cualquier otro bien o servicio, es decir, a través de las convenciones del mercado mismo. Sólo a través de la institución de la propiedad de la tierra es que estos se pueden distribuir de forma libre y equitativa por medio de contratos, que es algo igualitario en la tradición tribal y que no se cede en tanto que privilegio o favor, que es lo que corroe las relaciones entre el gobernante y gobernado, se les ponga a estos el nombre que se les ponga. Esta función distributiva, que cede los lugares a los miembros más productivos de la sociedad en la medida en que sólo estos son capaces de pujar por los mismos, representa el servicio mínimo desarrollado por los propietarios inmobiliarios; es por esto que se les recompensa en con los ingresos por alquiler o venta. De forma tradicional, los propietarios inmobiliarios no han hecho mucho más, pues su función sólo ha consistido en distribuir tales servicios públicos y no en crearlos.

En un sector floreciente del mercado, sin embargo, esto está cambiando en la medida en que los propietarios inmobiliarios asumen también la producción y distribución de los servicios públicos. Por ejemplo, en lugar de la continuación del viejo patrón de subsidios de lotes en las vías principales, la mayoría de las tiendas de retales y comercios en los EEUU se han desplazado a situaciones donde se organiza y dirige la tierra bajo títulos de propiedad individuales, y los propietarios inmobiliarios (de los cuales puede haber varios números por medio de participaciones) proveen muchos servicios tales como calles y aparcamientos, alcantarillado y tendidos eléctricos, fuerzas de policía, jardines públicos, etc., que el gobierno proveía con dinero de los impuestos. Los centros comerciales son sólo ejemplos prominentes de lo que los profesionales del medio inmobiliario llaman "mancomunidades de ingresos" y que yo me plazco en denominar "comunidades empresariales" (que quizás pueda abreviarse como "emprecoms"), en la medida en que los servicios comunitarios son provistos de forma privada y competitiva como una empresa de negocios.[i] Las tiendas de retales no son las únicas que han adoptado esta fórmula; lo mismo está pasando a lo largo y ancho de un amplio espectro de usos de la tierra (recreacionales, industriales, profesionales, médicos y algunos residenciales).

La fórmula consiste en que los propietarios de un trazo de tierra inviertan en mejorarla de tal forma que se cree para cada uno de los rentistas distintas parcelas de uso óptimo en función de cada interés. Los gerentes que compiten entre sí ofreciendo tales propiedades tienden a pujar los alquileres a la baja, mientras que los futuros inquilinos lo hacen al alza en función de lo que estos estén dispuestos a pagar. En esta medida, los propietarios tienen éxito a la hora de ofertar sitios medioambientales óptimos; las rentas no sólo financian los servicios públicos comunitarios en tales lugares sino que además permiten ingresos adicionales. Debido a que estas empresas comunitarias o emprecoms producen unos ingresos de mercado, son autosuficientes y no necesitan volverse obsoletas como las ruinas de la antigüedad. Como producen ingresos éstas serán mantenidas; éstas serán renovadas o reconstruidas en función de las necesidades para que así puedan seguir siendo productivas y competitivas.

 Las emprecoms son algo novedoso en el mundo siempre cambiante de los negocios. Éstas representan una porción más pequeña de la historia escrita que toda la historia en relación con el tiempo que el hombre lleva sobre la tierra. Desenvolviéndose de forma rudimentaria durante el siglo XIX, éstas florecieron durante el XX. A partir del segundo cuarto del siglo XIX, y de forma acelerada a partir de la segunda guerra mundial, éstas evolucionaron y proliferaron en número, clase, tamaño y complejidad en la medida en que los emprendedores de esta nueva clase de negocios crearon miles de entornos especialmente diseñados para satisfacer las necesidades de sus clientes (los mercaderes, viajeros, manufactureros, residentes y profesionales de todo tipo). Cada tipo de medioambiente especializado que tuvo éxito en el mercado fue por causa de la satisfacción de estas necesidades en cada uno de sus nichos económicos. Es así que hemos presenciado en sucesión continua el crecimiento de hoteles, edificios de apartamentos, oficinas (en los rascacielos), cruceros de lujo, centros comerciales y supermercados, campings de caravanas (que ahora se manufacturan como mancomunidades de inquilinos rentistas con la nota distintiva de ser alquileres de largo plazo y que pueden ser hipotecados de forma individual), las marinas, los centros de investigación, de negocios, las clínicas, parques de atracciones (y también la combinación, que va en aumento, e integración de estas formas de propiedad para formar otras más complejas y, sobre todo, menos especializadas). En la medida en que éstas se vuelven la nota común, se aproximan a eso que se conocen como comunidades.

Además, la rapidez de desarrollo de tales empresas ha sido dramático. En forma de ilustración, decir que el desarrollo del centro comercial tras la segunda guerra mundial fue experimental. En cualquier parte del país había menos de una docena de los mismos; incluso el nombre quedaba por acuñar. Hoy por hoy hay más de cincuenta mil sólo en EEUU, y estos acomodan a más de la mitad de las tiendas de retales de la nación.

Cada tipo de emprecom acusa necesidades de dirección determinadas por el tipo de mercado especial a los que éstas proveen. El centro comercial, por ejemplo, tiene que poder contar con un equipo de retales efectivo. Todo equipo necesita un entrenador, y en el centro comercial este papel lo cumple la dirección. La función de la misma incluye el mantenimiento de la paz y el la cooperación entre grupos de mercaderes altamente competitivos. Los comerciantes reconocen la posición única de la dirección para cumplir este papel en la medida en que ésta representa los intereses de la tierra y, de forma consecuente, es imparcial y se interesa por el centro en su totalidad. A diferencia de los inquilinos a los que ésta sirve, que de forma inevitable se encuentran sesgados por su intenrés de explotación del centro en tanto que lugar común, el incentivo de la dirección residen en el éxito del centro comercial como un todo. 

Desde el punto de vista de la evolución social, resulta intrigante que la necesidad de la dirección por las emprecoms sea en principio indistinguible de los requisitos administrativos de eso que percibimos como una comunidad. Básicamente, las emprecoms difieren de las comunidades sólo en un sentido general por causa de la especialización (la menor heterogeneidad) de sus miembros. Los índices de ingreso poblacional y la riqueza de sus interacciones no son de forma significativa diferentes. Además, la tendencia inequivocable en el último siglo ha consistido en su aumento y complejidad (que se acerca cada vez más a la definición de comunidad en un sentido estricto). No sería algo muy radical, si los impuestos lo permitieran, que un agente inmobiliario desarrollara un pueblo nuevo sobre bases mancomunitarias y como agente de inversión e ingresos en el largo plazo. En lugar de estar estructuradas desde el punto de vista político, es decir, por medio de los impuestos, esta administración pública otorgaría ingresos a sus inversores. 

Spencer Heath razonó en una ocasión que si un pueblo nuevo fuera desarrollado sobre la base de títulos de propiedad unificados y parcelando la tierra por medio de mancomunidades de rentistas a largo plazo en lugar de ser subsidiadas, dispondríamos de una propiedad comunitaria que se asemejaría en principio a un hotel que se extendería de puertas a fuera y de largo alcance escritural. Como en el caso del hotel, se daría un interés empresarial centrado en el todo. Si se tiene en cuenta el tamaño y complejidad de algunos hoteles contemporáneos, esta sugerencia de que los hoteles podrían ser las ciudades prototipos del futuro se hace más creíble hoy que cuando entramos en contacto con esta idea por primera vez hace más de ochenta años. El hotel MGM Gran de las Vegas, que en ninguna medida es de los más grandes, se anuncia a sí mismo como una ciudad auto-contenida. Y en verdad se acerca éste a una comunidad generalizada, pues éste dispone de centros comerciales, oficinas de negocios, centros de convención, restaurantes y cafés, capillas, teatros y galerías de arte, servicios médicos, fuerzas de seguridad, una estación monorraíl, y la lista continúa. Sus inquilinos, los profesionales y tiendas de retales que lo habitan, los trabajadores y visitantes, constituyen en conjunto una población más extensa que la que disponían las ciudades de Boston, Nueva York o Filadelfia en la época en la que EEUU se separó de Inglaterra.

La Teoría de la Empresa Comunitaria:
Henry George, Ebenezer Howard, Spencer Heath

 Todavía no tenemos un cuerpo teórico comprensivo que trate sobre la proliferación de mancomunidades de ingresos que prometan convertirse en comunidades plenas. Si tal teoría existiera, sería la que desarrollaron durante el siglo XIX gente que se encontraba fuera de los centros académicos y cuyo trabajo escrito es poco conocido en la actualidad. Entre los más prominentes de tales individuos se encontraban Henry George (1839-1897), Ebenezer Howard (1850-1928), y Spencer Heath (1876-1963).

Henry George, que fue un economista bastante sobresaliente, científico político y orador, hizo una contribución mayoritaria a finales del siglo XIX. Éste tuvo varios distinguidos predecesores, entre los cuales se hallaban William Ogilvie, Thomas Spence, Patrick Edward Dove y el primer Herbert Spencer. Pero ninguno de ellos se acercó a la contundencia con la que éste publicó la idea de que las rentas por el alquiler del suelo, que son ingresos provenientes de la tierra, constituían un tipo de fondos "ordenados de forma natural" para financiar los servicios públicos. Desafortunadamente, el método que éste vislumbró para aplicar tales principios residió en la capacidad del gobierno para recolectar tales ingresos, lo que deja fuera del asunto a los propietarios inmobiliarios. De esta manera, las comunidades Georgistas, en teoría no habrían sido propiedades inmobiliarias, como tampoco competitivas o empresariales en ningún sentido. Su confianza en el poder coercitivo del gobierno, que constituye su "ramalazo político," podría explicar tanto como cualquier otro factor individual la razón de que su argumento callera en la obscuridad. El economista Fred Foldvary en su Public Goods and Private Communities: The Market Provision of Social Services, sólo ha podido hoy día, después de un siglo, comenzar a reintroducir la relación entre rentas y servicios públicos dentro de la discusión pública y académica.

 Ebenezer Howard fue un inglés práctico y modesto que, sin embargo, a diferencia de Henry George, fue un ensoñador social con una capacidad de visión extraordinaria. A pesar de la limitación de sus medios personales, éste fundó el movimiento England’s Garden City y fue responsable por el éxito y desarrollo de dos ciudades fuera de Londrés edificadas sobre lo que antes había constituido terreno rural. Letchworth y Welwyn son hoy pequeñas pero prósperas ciudades financiadas con los ingresos mancomunitarios de rentistas, y hasta donde puedo saber, carentes de toda financiación pública. Por el contrario, el gobierno socialista británico (labour government), tras nacionalizar ambas ciudades después de la segunda guerra mundial (al ser la tenencia privada de tales ciudades por una compañía algo que se salía de la ideología política del momento), sintió vergüenza por la cantidad desorbitada de ingresos que se encontró recibiendo de las mismas; pero al no tener espíritu empresarial, éste no supo qué hacer con los mismos. Aunque Howard nunca conoció en persona a Henry George y se mantuvo lo más lejos posible del gobierno, éste consideró su "ciudades jardín" (garden cities) como la aplicación natural del ideal georgiano de liberar la producción de los impuestos y la fundación de los servicios públicos con dinero proveniente de las rentas de alquiler.  

De forma inexplicable, la parte más significativa del trabajo de Ebenezer Howard ha sido eclipsada por la ideas de Henry George. La innovación de financiar lo comunitario con medios privados derivados de los ingresos de la tierra y, a partir de ahí, la renuncia a los ingresos públicos relativos a los impuestos ha sido olvidada en la literatura de la planificación de la ciudad. Su Garden Cities of Tomorrow ([1902] 1965) ha adquirido la categoría de pedestal clásico nunca leído. La pura innovación física de sus ciudades, por otro lado, como su diseño y control de la densidad poblacional, los reglamentos funcionales de urbanización y pulmón verde, son ampliamente copiados. Pero lo que él mismo hubiera esperado ser su mayor contribución ha sido olvidada.

Howard no se comprometió al principio con la idea de si sus ciudades jardín deberían ser estructuradas como venturas comerciales o, de forma alternativa, como empresas fideicomisarias sin ánimo de lucro. Pero para asegurar la buena fe de socialistas fabianos como  George Bernard Shaw, que estuvo entre sus primeros defensores, éste eligió el último curso de acción. Sin embargo, su contable, C.B. Purdom, escribiendo en años posteriores, atribuyó la lentitud de ambas ciudades en salir adelante y la falta de visión general de su equipo de dirección subsiguiente, a la ausencia de cualquier provisión de participaciones en la tal ventura (1949: 345). Tal mediocridad directiva puede explicar por qué las dos ciudades permanecen en la oscuridad hoy día. Éstas fracasan a la hora de proporcionar algo más que un entorno de vida atractivo para sus ochenta mil ciudadanos. Tal y como afirma uno de sus defensores de la forma más simple:

          Howard y sus asociados cometieron un error propagandístico al instaurar Letchworth y Welwyn, y fue el de edificarlas a una hora de viaje de la ciudad de Londres. Una debería haberse construido en alguna isla lejana como la de Mauricio, y la otra en la república soviética de Uzbuzchakistan. Los planificadores y periodistas las habrían visitado y escrito sobre ellas, y ahora tendríamos copiosos volúmenes sobre ellas. También nos habríamos ilusionado con ellas en tanto que logros sin parangón, y querríamos saber por qué no podríamos tener lugares similares en medio del arrollo inglés. (Osborne 1946: 36)

Spencer Heath fue un ingeniero, manufacturero, horticultor, poeta y, en última instancia, filósofo de la ciencia y pensador social que realizó su principal trabajo durante los años del New Deal de Roosevelt, una edad esta definida por la ascensión en aumento del gobierno en América. Que éste no fuera un académico y que fuera "políticamente incorrecto" puede ayudar a la hora de explicar por qué sus teorías sociales ganaron tan poca popularidad. El punto culminante de su pensamiento tuvo lugar durante los primeros años de la década de 1930, que fue cuando éste concluyó que los derechos de propiedad constituían una alternativa frente a la política. En 1936 éste se auto-publicó una monografía, Politics Versus Proprietorship, en la que inauguró por primera vez la racionalidad de la empresa comunitaria.

El genio de Heath consistió en ver que el programa de Henry George, que permitiría prescindir de los impuestos en lo relativo a la producción privada y financiación de los servicios públicos a partir de los ingresos provenientes de las rentas del suelo (de ahí el nombre de "impuesto único"), satisfacía de lleno los intereses de los propietarios de tierras. Pues si un propietario de tierras asumía todos los costes de la administración pública y liberaba la producción privada de los impuestos y las cargas relativas a la regulación, la productividad se dispararía, los sitios y lugares serían muy demandados debido a la nueva actividad empresarial, y ello resultaría en unos mayores ingresos que cubrirían los costes de gobierno dejando margen para el lucro personal de los propietarios inmobiliarios. Éste creyó que los intereses liberales en la empresa inmobiliaria tomarían la cabecera en última instancia en un entorno privado libre de impuestos y que en su propio interés estos asumirían los costos de gobierno. Heath completó la idea de Howard al dotarla del motor empresarial. Por medio de vislumbrar el modo en que los propietarios de tierras habrían de asumir toda la responsabilidad en cuanto a las funciones de gobierno, éste anticipó la transición de negocio público a negocio privado, lo que constituía un campo virgen para la inversión empresarial e inmobiliaria.

El Paradigma de la Sociedad del Desarrollo

Si realizáramos ilustraciones del futuro con una brocha lo suficientemente ancha, podríamos cubrir a menudo la totalidad del tema tratado realizando "una joya." Las predicciones más interesantes, debido a su dificultad, son esas que aterrizan en lo concreto. Tengo confianza a la hora de predecir que la administración de la empresa comunitaria acabará reemplazando a la política, y aunque el tiempo a tardar constituya parte de la predicción en sí, no me sorprendería si esta tuviera lugar en el transcurso de vida de muchos. Dejando el tiempo fuera, sin embargo, la visión de conjunto que propongo es una en la que las comunidades de tipo autosuficiente serán la norma (enclaves empresariales mancomunitarios en lugar de subdivisiones como forma escogida de tenencia para la mayoría de usos comerciales, industriales y residenciales). Los impuestos, las licencias y demás cargas burocráticas restrictivas sobre estas empresas se volverán cosas del pasado. El Estado acabará marchitándose, por tomar prestada una imagen de Marx, en la medida en que sus funciones serán satisfechas de forma mucho más efectiva por medio de un mercado siempre cambiante.

Las predicciones más detalladas son aptas para llevarme hasta la multitud. Teniendo en cuenta los peligros, sin embargo, estoy predispuesto a dar respuestas ante una de las preguntas que se presentan con más asiduidad:

¿Qué Pasará con las Fronteras Nacionales?

Perdiendo ya prominencia debido al crecimiento del ciberespacio, veo las fronteras nacionales como restos del pasado. Por pura conveniencia, las fronteras titulares entre federaciones comunitarias autónomas podrán surgir siguiendo características naturales tales como los ríos, las montañas o las identidades lingüísticas del lugar. La percepción de Jane Jacobs de que los colectivos naturales de la sociedad se constituyen en la ciudad en lugar de en las naciones estado debería ser algo ya autoevidente.

¿Serán todas las Comunidades Iguales?

Lo más probable es que existan una variedad mucho mayor de la que existe hoy día debido a la especialización de las comunidades para atraer al cliente, descubriendo cada una de ellas su nicho ecológico en el seno de una economía global siempre cambiante. Las emprecoms existentes del mismo tipo varían entre sí incluso hoy día. Téngase en cuenta, por ejemplo, los distintos tipos de hoteles existentes. Aquí encontramos centros residenciales, resortes turísticos, de trasiego, étnicos, tipo dormitorio, casinos, de lujo, etc., con la subsiguiente lista de subcategorías o híbridos dentro de cada grupo.

¿Cómo serán de Grandes estas Comunidades?

El tamaño estará determinado por consideraciones de mercado. A excepción, quizás, de algunos centros temporales y demás situaciones concretas, yo sospecho que en la sociedad tribal, "el tamaño óptimo" no será demasiado grande debido a cuestiones relativas a la administración, es decir, que se tratará de comunidades con unos pocos miles de personas, lo que permitirá reconocer a su miembros a la vista. En etapas sucesivas, tales comunidades empresariales se asociaran de forma informal o de otra forma, tal y como hacen las cadenas o franquicias de negocios hoy día al objeto de lograr funciones que se manejan mejor gracias a la cooperación en niveles superiores. Las preferencias del consumidor siempre serán un factor determinante. Algunas comunidades se fusionarán, lo que resultará en centros poblacionales con mayor densidad urbana, mientras que otros serán rurales. De forma inevitable, se darán compuestos formados a partir de distintas comunidades de varios tipos de la misma forma en que los átomos se agrupan para formar unidades mayores o moléculas más complejas.

¿Será la Sociedad Democrática?

 La palabra democracia, tal y como de forma tan hábil sintetizó E.C. Riegel (1978:77-81), tiene dos significados. Ésta puede significar autonomía individual donde todos son iguales en autoridad sobre sus respectivas personas y propiedades, o se puede referir al proceso de decisión política cuyo resultado se determina votando. se dice que Jonathan Swift ha comentado sobre el último sentido de democracia diciendo de forma irónica que "alguna gente no tiene otra forma de elegir entre el bien y el mal que contando narices."

El voto político, mientras que su intento, y a menudo durante un tiempo su efecto, consiste en moderar la autocracia, sin embargo conlleva la unión de un grupo de personas contra otro. No se trata de un proceso relativo a la propiedad. Para los perdedores, que son gobernados por la mayoría ganadora, ésta puede ser tan opresiva como el más autocrático de los regímenes. En la subdivisión de la tierra, donde la ausencia de una autoridad responsable debido a la fragmentación de los títulos de propiedad no suele dejar a sus residentes otra opción que la de votar, encontramos las semillas del Estado.

Las subdivisiones gobernadas por las asociaciones de propietarios de tierra contrastan de forma aguda con las emprecoms. A la dirección de la asociación se le adjudica el mantenimiento de las calles y otras áreas comunes en conformidad con un conjunto de reglas preestablecido. La mayor parte de este papel es el de hacer cumplir el tipo de pactos restrictivos en las escrituras. Aparte de su función de mantenimiento, por lo tanto, se trata de un acuerdo policial. Las emprecoms, por otro lado, buscan crear un espacio de vida que sea capaz de atraer al patrocinio. La conformidad y el patrocinio constituyen fines opuestos, y su psicología varía de forma acorde. En una los residentes están sujetos a las restricciones impuestas por las escrituras y, por lo tanto, de forma bastante literal, se encuentran sometidos. En el segundo caso, los residentes son clientes; patrones de forma efectiva. Además, la dirección de la asociación debe ser rígida para poder ser efectiva, mientras que el empresario debe de ser más bien flexible dentro de su propio sistema de reglas, juzgando cada caso particular en función de sus propios méritos (MacCallum 2010). 

Las asociaciones de propietarios son a menudo llamadas democráticas en la medida en que los procesos de toma de decisión son acompañados del voto. Pero las emprecoms no son menos democráticas, en el sentido de que sus residentes votan todo el tiempo cuando pagan sus rentas. Una diferencia es que en la primera, cada individuo no sólo afecta con su voto a uno mismo, sino también a los demás al determinar asuntos que afectan a todos en general. En la última, cada voto afecta sólo a uno mismo. Estos contrastes en cuanto al uso reflejan sentidos muy diferentes de la misma palabra.

La subdivisión y los arriendos coexistirán sin lugar a dudas bien entrados en el futuro, y por lo tanto, también ambas formas de democracia. Mientras que el resultado entre ambos quedará determinado por preferencias de mercado, la forma propietaria y no política será la que más probabilidades tendrá de subsistir. Una buena razón es que los arriendos permiten la flexibilidad y reubicación continua, incluso en relación con el tendido de las calles y otras áreas comunes, sin infringir los derechos de propiedad, y en esto consiste una ventaja inconfundible en un mundo definido por el cambio tecnológico constante. La razón más básica, sin embargo, es que el alquiler de la tierra hace posible que una comunidad sea llevada como una empresa de negocios. La dependencia que toda empresa de este tipo tiene sobre los beneficios representa un factor importante de protección contra la arbitrariedad que no se encuentra en los acuerdos de subdivisión (MacCallum 1996, 18: II.D.6 nota 6 a pié de página), y ello obliga a la provisión de servicios públicos en una dinámica que no poseen las subdivisiones comunitarias. 

¿Qué Pasa con los Individuos que Prefieran las Subdivisiones a los Alquileres de Tierras?

Por lo menos en el presente, y quién sabe durante cuánto tiempo en el futuro, la idea de poseer uno mismo una parcela de terreno seguirá siendo bastante sugerente para el individuo. Allí donde exista demanda, el mercado siempre encontrará la forma de proveerlo. Algunas comunidades ofrecerán sin lugar a dudas aproximaciones a la subdivisión a través de alquileres de largo plazo, donde también se incluyen esos que se realicen a perpetuidad, los ya pagados de por vida y las herencias. Pero como asunto práctico, algo como las cotas simples estarán a disposición en la mayor parte del globo durante tanto tiempo como pueda vislumbrarse en el futuro.

¿Será esto como el Feudalismo?

No se tratará de feudalismo, sino de señoríos; ambos términos suelen confundirse. Los señoríos son una forma agraria de organización social, mientras que el feudalismo consiste en un orden militar impuesto sobre aquél, normalmente por conquista, y es así que ambos términos suelen confundirse. El feudalismo normando fue impuesto sobre una Inglaterra predominantemente señorial tras 1066.

Si se pregunta si las empresas comunitarias se parecerán a los señoríos, la respuesta es que sí, pero con la siguiente explicación. Pues aunque estos estuvieron estructurados de forma similar, los señoríos no progresaron. De forma presumible, la razón se debe al hecho de que estos se dieran antes de su tiempo.

Uno de mis profesores de la Universidad de Chicago, Sol Tax, realizó en una ocasión un trabajo de campo en las tierras altas de Guatemala y escribió un libro llamado Penny Capitalism. Éste describió un sistema de mercados indios de tipo laissez-faire en la más pura tradición de Adam Smith y que aparentemente ya lo eran desde antes de la conquista española. La pregunta que éste lanzó fue que, si esas gentes disponían de libertad, por qué no se habían enriquecido. La respuesta que éste sugirió fue que la creación de riqueza requiere mucho más que la mera libertad. Ésta requiere de instituciones bastante complejas y el desarrollo de una sociedad de mercado. En la población nativa de Guatemala la idea de firma no se había desarrollado al faltarle la disposición de determinados fenómenos de mercado sobre los que ésta depende, como la creación de un sistema de precios, las finanzas y la banca, los seguros, etc. La unidad de producción residía en la familia y no en la firma.

La distinción entre firma y familia es crucial. Las firmas son impersonales en el sentido de hallarse especializadas, con fines bien definidos, y alistan empleados sobre la base de su habilidad y experiencia, siendo orientadas de forma única hacia las relaciones de mercado. Las familias, por otro lado, necesariamente se dejan llevar por otras cuestiones en las que, por ejemplo, la recreación, el matrimonio o las muestras de respeto por los miembros fallecidos pueden ser superiores a cualquier otra cosa. Éstas no pueden alistar o despedir a no ser que sea de forma limitada a través del matrimonio, el divorcio o por medio del reconocimiento de lazos familiares extensos; la familia debe acoger a la vieja tía Flora y al irascible primo Juan.

Las disposiciones señoriales consistían en venturas familiares con apariencia de negocios desde la perspectiva actual. Debido a su naturaleza más evolucionada y al hecho de que está operará en un entorno totalmente diferente, es decir, en una economía global y competitiva engranda en relaciones de apoyo financiero y servicios institucionales de todo tipo, la empresa comunitaria hará cosas impensables para los señoríos medievales. Cometemos un grave error a la hora de entender a las emprecoms bajo el prisma del señorío medieval o tribal de la aldea.

¿Qué es lo que Impedirá a los Gerentes de las Emprecoms de Convertirse en Tiranos?

¿Si se mira alrededor, qué es lo que se ve? Si rebuscamos entre los registros de los cientos de miles de emprecoms hoy día es posible que nos encontremos con auténticas historias de terror, pero se tratará de la excepción y de algo pasajero. Hace años realicé un estudio de campo sobre el tipo de situaciones problemáticas que surgen en los campings para caravanas y centros comerciales, y sobre cómo se solucionaron (1971). Durante el estudio en curso un gran número de historias bastante entretenidas salieron a la luz, pero ninguna de ellas llegó a la categoría de cuento te terror. El hecho es que la mayor parte de las veces la gente de negocios se cuide de satisfacer las necesidades de sus consumidores, pues es eso lo que les mantiene en el negocio. Si estos se vuelven negligentes, pierden el negocio o alguien se lo compra para restituir su rentabilidad.

En contraste, las comunidades políticas no dan lugar a grandes asombros, pues sabemos qué esperar de ellas. Pero no deberíamos buscar la consistencia perfecta en ninguna categoría, política o económica, pues Lucifer habita incluso en los cielos. Lo que cuenta es el comportamiento característico que solemos encontrar en las venturas comerciales, que se basa en el servicio, por contraposición a la empresa política, cuya naturaleza es predadora. Tanto la una como la otra puede salirse de su papel en ocasiones, pero tales excepciones no hacen más que justificar la norma.

¿Cómo será la Toma de Decisiones a un Nivel Global?

Imaginémonos un despliegue global de emprecoms en tanto que comunidades autónomas de tamaño pequeño a moderado, aglomerándose por aquí y por allí de formas variadas al objeto de crear agregados de población más densos. Éstas se parecerán a lo que los antropólogos llaman sociedades "acéfalas" o "sin estado," cooperando más bien de forma informal a varios niveles por medio de redes de contactos. Este enfoque se lo debo a la antropóloga Virginia H. Hine  (1977: 1984).

¿Pero no son los Incentivos lo que Gobiernan todo esto?

Sí, los incentivos son lo que hacen que la empresa comunitaria sea auto-suficiente, y que se mantenga gracias a sus servicios. El comercio está muy poco valorado y se le estima menos. La gran tendencia que se encuentra en aumento hoy día es que la tierra sea administrada en tanto que capital productivo, y en este proceso es que presenciamos la evolución natural de mancomunidades de arrendatarios y tenencias (precisamente lo que Henry George, Ralph Borsodi y otros propusieron como cura frente a la excesiva especulación sobre la tierra). Pero lo que no vieron es que cada cura surge de forma emergente a partir de los procesos de mercado, gracias a los negocios ordinarios y el incentivo de sacar provecho. Se hace algo extraño que fuera precisamente Spencer Heath el que anticipara todo esto de esta manera.

A un nivel individual el incentivo por obtener ganancias tampoco está bien entendido. La mayor parte de las veces, la gran motivación del hombre de negocios con éxito es estética. Mientras que la obtención de beneficios suele mostrarse como algo frío y calculado sobre la base del actuar, la mayoría de los hombres de negocio suelen apasionarse por eso que hacen. Estos ven los negocios como un desafío y esfuerzo creativo. Se trata de un juego que requiere de una plantilla de anotaciones para permitir a los jugadores saber si lo están haciendo bien o no, y los beneficios lo son. Tal y como ocurre en cualquier otra empresa, las operaciones realizadas con éxito por parte de una comunidad empresarial demanda que la autoridad propietaria tome decisiones y actúe responsablemente sobre la base de esas decisiones. También demanda que exista la posibilidad de obtener beneficios de tal forma que el juego, en este caso una comunidad que atrae y conserva a sus clientes, pueda continuar. En esto consiste un desafío gratificante para ese que se halle inclinado hacia los negocios. Todos estos elementos se encuentran presentes en el negocio comunitario del alquiler del suelo.

¿Por qué debería un Cambio tan Radical Suceder ahora tan Rápidamente en Lugar de Hacerlo de Forma Gradual Durante un Largo Periodo de Tiempo?

Sabemos gracias a la historia que cuando las condiciones son las apropiadas para una nueva clase de desarrollo, tal desarrollo toma lugar de forma apresurada. En este caso sólo necesitamos acordarnos del papel crucial desempeñado por los cálculos numéricos que nos permiten desarrollar la ciencia y el comercio, y luego observar que algo espectacular está sucediendo hoy día. El uso de ordenadores ha aumentado nuestra habilidad para manipular no sólo los números sino también la información de todos los tipos por orden de magnitud, y esta habilidad ha ido progresando a un nivel exponencial. Además, el ordenador personal y las publicaciones electrónicas, al traer las bibliotecas a casa y hacer posible el trabajo esté uno donde esté, está dando a la gente el poder como individuos permitiéndoles realizar un éxodo a partir de la regimentación de la fuerza de trabajo. Aquí tenemos un proceso descentralizador dentro del propio mercado de magnitudes nunca sospechadas.

Por esta y otras razones, si la humanidad sobrevive en el corto plazo, las emprecoms podrían convertirse en la forma de comunidad preferida dentro de unas pocas generaciones. En ese tiempo, si esto sucede, no tendremos que abandonar el gobierno tal y como lo conocemos hoy. Simplemente, y sin mayores espectáculos, éste se nos quedará pequeño haciendo que sus antiguos trabajadores sean absorbidos en empresas más productivas. Las sociedades humanas, que a un nivel tribal manifiestan el patrón normal de sociedad aunque sea a un nivel todavía demasiado inmaduro, habrá madurado tomando su propio camino. La humanidad habrá sorteado al fin este peldaño de la evolución social. Y todo se habrá nivelado.  


Spencer H. MacCallum
Revised 2014
sm@look.net




Referencias


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  1967   [1933]  Adventures of Ideas. New York: The Free Press.


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[i] El uso del término “comunidad” tiene una larga historia antropológica y resulta adecuado aquí  (artículo no publicado de MacCallum “Planned Communities without Politics”).