Tuesday 23 September 2014

¿Existe la Publicidad Mala?

El Austroliberal, Birmingham 24 de Septiembre de 2014, por Jorge A. Soler Sanz

Internet se encuentra hoy día plagado de Fan Pages dedicadas a la sátira y ridiculización de personas e ideas que de alguna manera han adquirido cierta popularidad, aunque sea en grupos reducidos, entre determinados grupos de la población. Es de esta manera que nos encontramos con páginas que satirizan prácticamente cualquier idea o movimiento político en sociedad, desde las corrientes que se oponen al pensamiento de izquierda (Podemos) hasta las más conservadoras y liberales (Instituto Juan de Mariana). Aquí lo lógico que es los representantes o defensores de estos movimientos criticados se tomen a mal este tipo de iniciativas, a las que se considera motivadas por la mala fe, las ganas de desprestigiar porque si o el deshonor propio de esos que les satirizan. Sin embargo, en este artículo pretendo demostrarle al lector el hecho probado de que tales Fan Pages no representan en verdad tales contratiempos y que el hecho de ser satirizado en verdad consiste en una buena estrategia publicitaria que no siempre va en contra de esos a los que se critica.


Creo que una parte importante de esta confusión descansa en el desconocimiento de la verdadera racionalidad y motivación humanas. Lo normal es pensar que la mayoría de la gente esté de acuerdo con un mínimo de supuestos compartidos, como por ejemplo, que el hombre posee una dignidad intrínseca a su mera condición de hombre, que las drogas son malas y producen abandono y miseria, que el sexo con animales es perverso y amoral, o que la avaricia es propia de gente miserable y sin escrúpulos. El problema de aceptar este punto de vista es que esto no es necesariamente siempre así. Por más extraño que nos pueda parecer, en sociedad siempre seremos capaces de encontrar a gente que defienda la perversión, en cualquiera de sus formas, la mentira o el engaño, o el asesinato, por ponernos en los casos más extremos. Y aquí ocurre que cuando criticamos ciertas ideas por su impopularidad o falta de coherencia, en muchos casos obtenemos el efecto adverso de despertar la curiosidad del pervertido, el criminal sin escrúpulos, o el criminal que de esta forma se ve reflejado en este tipo de corrientes o formas del pensamiento.

Uno de los problemas de defender o participar de esta u otra moral al uso minoritaria, consiste en el rechazo social que los individuos que defienden este tipo de ideas suelen padecer, en la mayoría de casos en silencio, en el seno de la sociedad. Y este argumento vale tanto para aquellos que defiendan la perversión moral, como para aquellos que se opongan a ella, si su círculo ideológico es lo suficientemente pequeño e impopular como para verse en minoría frente al resto de la sociedad. El ser humano es un ser social debido a la falta de autosuficiencia propia de los individuos que siempre necesitarán el apoyo del otro para poder vivir con cierta garantía de éxito en sociedad. La soledad aquí no sólo constituye un contratiempo para el individuo social que se ve marginado por el resto de su comunidad por sus ideas, sino que además pone en peligro la propia vida, pues ningún ser humano puede presumir de poseer una independencia absoluta frente a los demás en este sentido. O expresado de otra manera: los individuos no son autosuficientes, sino que para poder salir adelante en sociedad necesitan el apoyo y la colaboración de otras personas para poder mantenerse con un mínimo de garantías. Nadie puede por sí mismo, y sin ayuda de los demás, procurarse todos los bienes y productos de consumo de que depende la vida, y ello nos obliga a la cooperación social con otras personas.

El problema de satirizar determinado tipo de ideas consiste en el hecho de que con ello las hacemos populares frente a esos marginados que se empeñan en defenderlas, y con ello les sacamos de su aislamiento. El rechazo social no es más que el mecanismo emergente en función del cual la sociedad "nos obliga a pasar por el aro," y renunciar a la posesión de determinadas opiniones e ideas. Cuando el perverso o virtuoso ve cómo se critica o satiriza el núcleo central de sus creencias en otros grupos humanos, él mismo se ve reflejado la misma, y ello hace que busque apoyo y consuelo en ese grupo de personas reducidas que antes no conocía. Esta es la razón de que muchas de esas críticas que se realizan no tengan en muchos casos otro efecto que el de hacer incluso más popular a esos que critican. Se trata aquí de otro ejemplo clásico de las consecuencias no intencionadas de la acción, donde por un lado se persigue un objetivo claro pero luego se logra el efecto totalmente opuesto. O expresado de otra manera; a saber, que al hablar mal de alguien lo hacemos más popular frente a aquellos que no le conocían, tanto si con ello se provoca el rechazo, como la aceptación.


La mejor manera, por lo tanto, de luchar contra corrientes de opinión que no nos interesan, no es criticando o satirizando sus posturas, sino "ignorándolas." En la mayoría de los casos, da completamente igual si los otros hablan mal o bien de uno, pues no suele ocurrir que la gente cambie de un día para otro de opinión sólo por haber leído un artículo o visitado una de estas páginas satíricas. Escribir sobre temas concretos suele servir más bien para reforzar la opinión de aquellos que ya se encontraban en esa corriente o línea de pensamiento, pero nunca para cambiarla o ganar nuevos adeptos. Esta es la razón de que este autor tenga una regla de oro fundamental: nunca hables mal de nadie, pues con ello das publicidad a ese que no se la merece, sino que dedica todos tus esfuerzos en promover ideas y personas que sean dignas de tu admiración. El resto de cosas que se quieran hacer, no sólo constituye una pérdida de tiempo, sino que además hace más fuerte a ese que se critica.

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