El
Austroliberal, Birmingham 24 de Septiembre de 2014, por Spencer Heath,
traducción de Jorge A. Soler Sanz
LAS
CIENCIAS FÍSICAS enseñan que la naturaleza consiste en una energía universal y
que esta energía se encuentra organizada a partir de unidades elementales
llamadas quanta, fotones, electrones, etc. Estos son los individuos
primordiales, las unidades fundamentales de la naturaleza, donde todas las
acciones y sucesos surgen a partir de su multiplicación y combinación, y de
esta manera se dice que todas las sustancias y estructuras y manifestaciones de
energía existen.
Esto pone a
la naturaleza en su papel de Gran Colectivista. Es ésta la que pone en contacto
las partículas cuánticas irreducibles en miles de formas, y sus hijos son los
átomos, las moléculas, las células, las estructuras animales y vegetales, las
sociedades humanas, las estrellas y los sistemas estelares. En cada una de
estas formas de "acción" y en nosotros mismos, la naturaleza organiza
a sus elementos últimos en todo su pavor y belleza creativa que se percibe con
la mirada. Este es el colectivismo creativo en el que evoluciona el cosmos.
¿Podemos
decir entonces que la naturaleza suprime lo individual al objeto de formar
masas, que ésta destruye la unidad para que puedan surgir las estructuras? En
su lugar, podría verse cómo a cada paso la individualidad se manifiesta en su
existencia sólo a partir de la combinación de sus partículas más elementales, y
que esta forma de ser no la anula, sino que la consuma en su propio ser. La naturaleza
siempre labora al margen de masas indiferenciadas hacia entidades orgánicas de
orden superior compuestas por elementos individuales. La naturaleza de lo
individual consiste en combinarse y alcanzar la plenitud a partir del
crecimiento y ser en entidades orgánicas de orden superior. El haber sido así
creado hace de ello algo aceptable en esta pertenencia al todo. En esto, lo
individual no es anulado, sino que se encuentra a sí mismo consumándose en su
propio ser. Es así que sólo de esta manera lo individual puede
"salvarse" frente a su propia desintegración. Pues la naturaleza de
cada ser individual consiste en lograr tales armonías de autoafirmación, tal
integridad de ser y vida, integrándose en una existencia de relaciones
asociativas de orden superior. Este es el verdadero colectivismo.
Trácese
esta ley de la naturaleza en la vida humana. ¿En la medida en que la naturaleza
humana crece en equilibrio y belleza, en completitud e integridad de su propio
ser, no se vuelve el hombre más apto para las relaciones humanas y la
integración social en una sociedad compuesta a partir de sí mismo y el resto de
sus semejantes? ¿Y en este modo de existencia más elevado y complejo, no invita
el medio social y la libertad que aquél proporciona al hombre a que éste crezca
aún más y se auto-realice en su ser individual? A partir de su propia belleza y
perfección, por más inconsciente que uno sea de ello, el hombre construye su
medio social, y aquí éste es más que premiado por su regalo individual a esa
libertad mayor y abundancia que sólo la providencia de la organización social e
intercambio pueden otorgar. En la Gran Sociedad, el hombre construye su cielo,
pues es función de la organización social servir y guiarle hacia la perfección
de su vida individual.
[Spencer Heath, CITADEL, MARKET AND ALTAR
(Baltimore: The Science of Society Foundation, 1957), pp. 193-194.]
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