Wednesday, 24 September 2014

La Naturaleza del Gran Colectivista

El Austroliberal, Birmingham 24 de Septiembre de 2014, por Spencer Heath, traducción de Jorge A. Soler Sanz


LAS CIENCIAS FÍSICAS enseñan que la naturaleza consiste en una energía universal y que esta energía se encuentra organizada a partir de unidades elementales llamadas quanta, fotones, electrones, etc. Estos son los individuos primordiales, las unidades fundamentales de la naturaleza, donde todas las acciones y sucesos surgen a partir de su multiplicación y combinación, y de esta manera se dice que todas las sustancias y estructuras y manifestaciones de energía existen.

Esto pone a la naturaleza en su papel de Gran Colectivista. Es ésta la que pone en contacto las partículas cuánticas irreducibles en miles de formas, y sus hijos son los átomos, las moléculas, las células, las estructuras animales y vegetales, las sociedades humanas, las estrellas y los sistemas estelares. En cada una de estas formas de "acción" y en nosotros mismos, la naturaleza organiza a sus elementos últimos en todo su pavor y belleza creativa que se percibe con la mirada. Este es el colectivismo creativo en el que evoluciona el cosmos.

¿Podemos decir entonces que la naturaleza suprime lo individual al objeto de formar masas, que ésta destruye la unidad para que puedan surgir las estructuras? En su lugar, podría verse cómo a cada paso la individualidad se manifiesta en su existencia sólo a partir de la combinación de sus partículas más elementales, y que esta forma de ser no la anula, sino que la consuma en su propio ser. La naturaleza siempre labora al margen de masas indiferenciadas hacia entidades orgánicas de orden superior compuestas por elementos individuales. La naturaleza de lo individual consiste en combinarse y alcanzar la plenitud a partir del crecimiento y ser en entidades orgánicas de orden superior. El haber sido así creado hace de ello algo aceptable en esta pertenencia al todo. En esto, lo individual no es anulado, sino que se encuentra a sí mismo consumándose en su propio ser. Es así que sólo de esta manera lo individual puede "salvarse" frente a su propia desintegración. Pues la naturaleza de cada ser individual consiste en lograr tales armonías de autoafirmación, tal integridad de ser y vida, integrándose en una existencia de relaciones asociativas de orden superior. Este es el verdadero colectivismo.

Trácese esta ley de la naturaleza en la vida humana. ¿En la medida en que la naturaleza humana crece en equilibrio y belleza, en completitud e integridad de su propio ser, no se vuelve el hombre más apto para las relaciones humanas y la integración social en una sociedad compuesta a partir de sí mismo y el resto de sus semejantes? ¿Y en este modo de existencia más elevado y complejo, no invita el medio social y la libertad que aquél proporciona al hombre a que éste crezca aún más y se auto-realice en su ser individual? A partir de su propia belleza y perfección, por más inconsciente que uno sea de ello, el hombre construye su medio social, y aquí éste es más que premiado por su regalo individual a esa libertad mayor y abundancia que sólo la providencia de la organización social e intercambio pueden otorgar. En la Gran Sociedad, el hombre construye su cielo, pues es función de la organización social servir y guiarle hacia la perfección de su vida individual.


[Spencer Heath, CITADEL, MARKET AND ALTAR (Baltimore: The Science of Society Foundation, 1957), pp. 193-194.]

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