Tuesday, 3 June 2014

La Centralización Lleva a la Pobreza

El Austroliberal, Birmingham 4 de Junio de 2014, entrevista a Hanns-Hermman Hoppe, traducción de Jorge A. Soler Sanz.

El 24 y 25 de Mayo, Hans-Hermman Hoppe, profesor de economía en la Universidad de Nevada, Las Vegas, y miembro distinguido del Instituto Mises de Alabama, Auburn, visitó Antwerp, lugar éste donde dio una conferencia sobre el valor económico que aportan los pequeños estados.

Usted tiene bastante simpatía por los movimientos secesionistas que se dan por todo el mundo. ¿Por qué?

De acuerdo con la postura de lo políticamente correcto, una integración política mayor es algo bueno, mientras que la desintegración y la secesión es algo malo. Se dice, por ejemplo a través de los burócratas de la Unión Europea que se encuentran en Bruselas, que la prosperidad económica ha aumentado dramáticamente a partir de la unificación política. En realidad, sin embargo, la integración política (centralización) y la integración económica (mercado) constituyen dos fenómenos totalmente distintos. La integración política implica la expansión de los poderes impositivos y regulación del Estado. La integración económica constituye la extensión de la división del trabajo, las relaciones interpersonales y la participación de mercado. En general, cuanto más pequeño sea un país y sus mercados internos, tanto más probable será que éste apruebe un sistema de libre empresa.

Creo que un mundo que consista en varios miles de países, regiones dadas y cantones integrado por cientos de ciudades libres e independientes, tal y como ocurre con lugares tan fuera de lo común como Mónaco, Andorra, San Marino, Liechtenstein, Hong Kong y Singapur, representaría un mundo de prosperidad económica y avance cultural sin parangón.

Uno de los países más prósperos económicamente hablando son los Estados Unidos de América, que es un gran país.

Si, de hecho no existe una relación directa entre el tamaño territorial y la prosperidad económica. Tanto Suiza como Albania son países pequeños, mientras que los EEUU y la antigua Unión Soviética son más bien grandes. Sin embargo, existe una relación indirecta e importante a destacar. La pequeñez contribuye a la moderación. En principio, todos los gobiernos son contra-productivos a la hora de cobrar impuestos y  regular la propiedad privada de sus propietarios y esos que reciben ingresos de mercado. Un gobierno pequeño, sin embargo, tiene muchos vecinos. Si éste tasara y regulara de forma clara más a sus propios ciudadanos que el resto de gobiernos vecinos, la gente acabará votando con los pies yéndose a otro sitio: ésta acabará trabajando y viviendo en otro lugar. Y para eso no hará falta que se vayan muy lejos.

Esta es la situación que tuvimos con la Europa Medieval cuando los Países Bajos, de los cuales Flandes formaba parte, constituían una confederación de varias provincias independientes.

Claro que si, y esto explica por qué la Flandes medieval era tan próspera. De forma contraria a lo que postula la ortodoxia política de los eurócratas de hoy día, fue precisamente el hecho de que Europa poseyera un poder tan descentralizado a partir de varias unidades políticas independientes lo que explica el origen del capitalismo (la expansión de la participación de mercado y el crecimiento económico) en el mundo moderno. El hecho de que la libertad y la prosperidad floreciera primero bajo estas condiciones de descentralización política no constituye ninguna sorpresa: las ciudades-estado del norte de Italia, el sur de Alemania y los Países Bajos secesionistas.

Normalmente se asume que una unidad política grande (en en última instancia, un único gobierno mundial) implica un mayor mercado y salud económica. Cuanto más grande sea el territorio tanto menor será el incentivo del gobierno para querer seguir con su liberalismo doméstico, pues ello reduce la capacidad del individuo de votar con los pies. A lo largo y ancho del período de unificación europea y mundial hemos sido testigos de un crecimiento constante y alarmante del poder expropiatorio del gobierno a través de los impuestos y la regulación del mercado. A la luz de la teoría económica, social e histórica es posible realizar una defensa a favor de la secesión.

En Bélgica hemos sido testigos de cómo durante los 175 años de la existencia del país las tensiones entre flamencos y valones han ido creciendo. Lo que solía constituir un conflicto lingüístico y cultural se ha vuelto ahora un conflicto socio-económico también.

Y eso es algo de lo más natural. La integración forzada siempre crea tensiones, odios y conflictos. Cuando se está en desacuerdo, la separación voluntaria lleva a la paz y la armonía. A través de la secesión las relaciones domésticas hegemónicas son reemplazadas por relaciones contractuales entre países que son mutuamente beneficiosas. En lugar de promover una nivelación de las distintas culturas hacia abajo, la secesión estimula un proceso cooperativo de selección cultural y avance. Esta es una lección de lo más importante, no sólo para Flandes y Europa, sino para todo el mundo.

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