El Austroliberal, Birmingham
11 de Junio de 2014, por Hans-Hermann Hoppe, traducido por Jorge A. Soler Sanz
Con el colapso del
comunismo por toda Europa del Este, los movimientos secesionistas se encuentran
en un proceso de crecimiento vertiginoso. Hoy por hoy existen más de una docena
de estados independientes en los territorios de la antigua Unión Soviética, y
muchos de sus más de 100 grupos étnicos, religiosos y lingüísticos diferentes
están luchando por ganar la independencia. Yugoslavia se ha disuelto en varias
unidades nacionales. Eslovenia, Croacia, Serbia y Bosnia existen hoy como estados
independientes. Los checos y eslovacos se han separado y formado países
distintos. Hay alemanes en Polonia, húngaros en Eslovaquia, húngaros,
macedonios y albaneses en Serbia, alemanes y húngaros en Rumania, turcos y
macedonios en Bulgaria, y todos ellos quieren la independencia. Los sucesos de
la Europa del Este también han dado un nuevo impulso secesionista a la Europa
Occidental: a los escoceses e irlandeses en el Reino Unido, a los vascos y
catalanes en España, a los flamencos en Bélgica, y a los tiroleses y padanos en
Italia.
Desde un punto de
vista global, sin embargo, la humanidad se ha acercado más que nunca al
establecimiento de un gobierno mundial. Ya incluso antes de la disolución de la
Unión Soviética, los EEUU han logrado un estado hegemónico sobre la Europa del
Este (especialmente sobre Alemania del Este) y los países de la cuenca del
Pacífico (especialmente sobre Japón), tal y como indica la presencia de tropas
americanas y sus bases militares, la OTAN y los pactos de la SEATO, el papel jugado
por el dólar americano como reserva mundial definitiva y el sistema de la
Reserva Federal como "garante de la liquidez" y "prestamista de
último recurso" de todo el sistema bancario occidental, e instituciones
tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Además,
bajo la hegemonía americana la integración política de la Europa del Este ha
avanzado con pie firme. Con el establecimiento de un Banco Central Europeo y el
Euro, la Comunidad Europea estará completa antes de que acabe el siglo. En
ausencia del Imperio Soviético y su amenaza militar, los EEUU han emergido como
la única potencia militar indiscutible del mundo entero.
A través de una
mirada a la historia todavía es posible poner en evidencia otros enfoques. A
comienzos del milenio, Europa estaba formada por cientos de unidades territoriales
independientes. Hoy, sólo quedan unas pocas docenas de tales unidades. No cabe
duda de que también existían fuerzas descentralizadoras. Entonces se dió la
progresiva desintegración del Imperio Otomano, desde el siglo XVI hasta la
Primera Guerra Mundial, y el surgimiento de la moderna Turquía. El imperio
diverso y discontinuo de los Habsburgo se encontraba en un periodo de
desintegración paulatina desde tiempos de su mayor expansión bajo Carlos V
hasta su desaparición y sustitución por la moderna Austria en 1918. Sin
embargo, la tendencia dominante iba por un camino opuesto. Por ejemplo, durante
la segunda mitad del siglo XVII, Alemania consistía en unos 234 países, 51
ciudades y 1500 territorios señoriales independientes. Rondando el comienzo del
siglo XIX, el número total de entre todos estos dominios cayó por debajo de 50,
y para 1871 la unificación ya fue un hecho. El panorama en Italia es muy
similar. Los estados pequeños también tienen una historia de expansión y
centralización. Suiza surgió en 1291 como una confederación de tres estados
cantonales independientes. Para 1848 esta asociación era un país (federal)
único con unas dos docenas de provincias o cantones.
¿Cómo debería uno
interpretar esos fenómenos? De acuerdo con la visión ortodoxa del asunto, la
centralización representa generalmente un movimiento "positivo" y de
progreso, mientras que la desintegración y secesión, incluso cuando ésta es inevitable,
constituye un anacronismo. Se asume que las unidades políticas más grandes (y
en última instancia un único gobierno mundial) implica mayores mercados y, por
ende, una mayor riqueza. Como evidencia de esto, se señala que la prosperidad
económica ha aumentado dramáticamente con el aumento de la centralización. Sin
embargo, más que representar ninguna verdad, esta visión ortodoxa es más
ilustrativa del hecho de que la historia siempre la escriban los vencedores. Las
coincidencias o correlaciones temporales no prueban causación alguna. De hecho,
las relaciones entre la prosperidad económica y la centralización es de hecho
muy diferente de lo que postula la ortodoxia.
La integración
política (centralización) y la integración económica (mercado) son dos
fenómenos completamente diferentes. La integración política afecta a la
expansión territorial del poder del gobierno sobre los impuestos y la
regulación de la propiedad privada (expropiación). La integración económica
depende de la extensión regional de la división del trabajo y la participación
de mercado. En principio, al regular y fiscalizar (expropiando) la propiedad privada
e ingresos de sus titulares, todos los gobiernos son contraproductivos. Estos
reducen la participación de mercado y la formación de riqueza. Una vez asumida
la existencia de un gobierno, sin embargo, no existe una relación directa entre
su extensión territorial e integración económica. Tanto Suiza como Albania son
países pequeños, pero el primero exhibe una gran riqueza y el segundo no. Los
EEUU y la antigua Unión Soviética son países grandes. Sin embargo, mientras que
en los EEUU se da una gran participación de mercado y división del trabajo, en
la Unión Soviética, donde prácticamente no existía la propiedad privada del
capital, prácticamente no había integración económica alguna. La
centralización, por lo tanto, puede ir de la mano tanto con procesos económicos
progresivos como regresivos. El progreso ocurre cuando los gobiernos más laxos
en el cobro de impuestos y la regulación del mercado se expanden a costa de los
más impositivos. En los casos en que se dé un proceso contrario, la
centralización conlleva la desintegración y el retroceso.
Sin embargo, existe
una relación indirecta muy importante entre el tamaño y la integración económica.
A ningún gobierno central que gobierne sobre grandes territorios, y mucho menos
un gobierno mundial, le resulta posible surgir por sí mismo. En su lugar, todas
las instituciones con el poder de gravar y regular la propiedad privada deben
empezar en pequeño. La pequeñez
contribuye a la moderación , sin embargo. Un gobierno pequeño tiene muchos
competidores, y si éste sobre-regulara y gravara de forma visible la propiedad
privada de sus ciudadanos más que sus más cercanos competidores, se vería
obligado a sufrir por la emigración y la pérdida de ingresos fiscales. Digamos
por ejemplo que una casa o pueblo particular constituye un territorio
independiente. ¿Podría un padre de familia hacer a su hijo, o un alcalde a su
pueblo, lo mismo que el gobierno de la Unión Soviética hacía con sus ciudadanos
(i.e., negarles todo derecho a la propiedad privada) o lo que los gobiernos
europeos y los EEUU hacen con los suyos (i.e., expropiarles hasta el 50% de su
output productivo)? Por supuesto que no. La gente, o bien se revelaría
derrocando a su gobierno o bien emigrarían a otra localidad.
De forma contraria
a lo que piensa la ortodoxia, es precisamente por causa de la alta
descentralización europea compuesta de infinitas unidades oficiales
independientes lo que explica el origen del capitalismo, la expansión de la
participación de mercado y el crecimiento económico, en la civilización
occidental. No constituye casualidad alguna que el capitalismo haya surgido en
sus orígenes en tales entornos descentralizados: en las ciudades Estado del
norte de Italia, en el sur de Alemania y en los Países Bajos secesionistas. La
competición entre gobiernos pequeños por captar sujetos para gravarles los pone
en conflicto entre sí. Como resultado del conflicto interestatal, unos pocos estados
tuvieron éxito a la hora de expandir sus territorios, mientras que otros fueron
eliminados o absorbidos por los más grandes. Por supuesto, qué países ganan y
cuáles pierden en este proceso competitivo es algo que depende de muchos
factores. Pero al final, el factor decisivo viene representado por la cantidad
relativa de recursos económicos a disposición del gobierno. Al gravar y
regular, los gobiernos no contribuyen a los procesos de creación de riqueza. Por
el contrario, estos viven de forma parasitaria a partir de la riqueza ya
creada. Sin embargo, los gobiernos tienen una influencia negativa sobre la
cantidad total de riqueza.
Ceteris Paribus,
cuanto menor sea la presión y regulación fiscal impuesta por el gobierno sobre
su economía doméstica, tanto mayor será la tendencia a crecer por parte de la
población (tanto por razones internas como por causa de la inmigración), y
tanto mayor será también el PIB del que el gobierno podrá extraer sus impuestos
en competición con otros estados. Es debido a esto que la centralización suele
ser progresiva. Esos estados que tienden a regular y gravar sus pequeñas
economías domésticas liberales suelen derrotar y expandir su territorio a
expensas de los menos liberales. Esto es lo que explica el surgimiento de la
"Revolución Industrial" en la Inglaterra y Francia de la
centralización. Esto explica por qué en el transcurso del siglo XIX Europa
Occidental acabó por dominar al resto del mundo (en lugar de lo contrario), y
el por qué este colonialismo fue generalmente progresivo. Además, esto da
cuenta del surgimiento de los EEUU con el rango de súper potencia mundial durante
el siglo XX.
Sin embargo, en la
medida en que los países más liberales derrotan a los menos liberales en este
proceso (i.e., cuanto mayor sea el territorio, menores serán también los
competidores y más lejos se encontrarán, lo que por turno afecta al poder
inmigratorio del individuo), también se reduce el incentivo de contribuir al
liberalismo por parte del gobierno. Y cuanto más cerca nos encontremos de un
gobierno mundial, tanto más difícil será votar contra el gobierno con los pies.
Se marche uno donde se marche, existirá el mismo tipo de regulaciones y
estructura impositiva. Liberados así del problema de la emigración, desaparece
también una de las riendas de contención frente al gobierno. Esto explica el
curso de los acontecimientos durante el siglo XX: con la primera guerra mundial,
y con más razón con la segunda guerra mundial, los EEUU lograron su estatuto
hegemónico sobre Europa Occidental llegando a convertirse en el heredero
económico de su vasto imperio colonial. Con el establecimiento de la Pax
Americana, por lo tanto, se dio un paso decisivo en aras de un gobierno
mundial. Y no cabe duda de que a lo largo de todo el periodo los EEUU, Europa
Occidental y la mayor parte del mundo han sufrido de forma continua un
dramático crecimiento por parte del poder del gobierno, los impuestos y las
expropiaciones.
¿Cuál es, por lo
tanto, el papel jugado por la secesión en este proceso? En principio, la
secesión no es más que un cambio en el control del poder sobre la riqueza de la
nación desde una unidad central más grande a otra más pequeña o regional. Si
esto ha de llevar a una mayor o menor riqueza e integración económica dependerá
de las políticas del nuevo gobierno. Sin embargo, la mera separación, ya tiene de
por sí un impacto inmediato positivo sobre la producción, pues una de las
razones más importantes de que se den movimientos secesionistas reside en el
hecho de que la gente considere que ha sido explotada por otros. Los eslovacos
creían que habían sido robados de forma sistemática por los Serbios y el
gobierno serbio de la antigua Yugoslavia, y los ciudadanos bálticos se
resintieron frente al hecho de que estos tuvieran que pagar tributos a los
rusos en la época de la Unión Soviética. Gracias a la secesión, las relaciones
domésticas hegemónicas fueron reemplazadas por relaciones contractuales
mutuamente beneficiosas entre los países. En lugar de una integración forzosa,
se da el efecto contrario de la separación voluntaria.
La integración
forzosa, ejemplificada por el transporte, los controles sobre la renta, las
leyes antidiscriminación y la "inmigración libre," siempre crea
tensiones, odio y conflicto. Frente a esto, la separación voluntaria lleva a la
paz y harmonía social. Bajo una integración forzosa cualquier equivocación
puede achacarse a grupos y culturas extranjeras mientras que los éxitos se
reclaman como propios; y cuando esto pasa también se eliminan todos los
incentivos que tienen la culturas de aprender entre sí. Bajo un régimen de
"separación pero igualitario," uno tiene que encararse frente a la
realidad, no sólo en cuanto a la diversidad cultural, sino también de forma
particular frente a los distintos grados de avance cultural. Si un movimiento
secesionista deseara mejorar o mantener su posición cara a cara con sus
competidores, sólo el aprendizaje selectivo nos podrá ayudar en este sentido. Éste
debe imitar, asimilar y, en lo posible, mejorar la capacidad, carácter,
prácticas y reglas características de los movimientos culturales más avanzados,
pero también evitar sus rasgos menos avanzados. En lugar de promover una
nivelación de las culturas hacia abajo bajo el yugo de la opresión, la secesión
estimula procesos cooperativos en cuanto al avance y la selección cultural.
Además, aunque todo
lo demás dependa de las políticas domésticas del nuevo gobierno regional, y
aunque no exista una relación directa entre el tamaño y la integración
económica, se da una relación indirecta importante. Justo en la medida en que
la centralización política lleva en última instancia a la desintegración
económica, los movimientos secesionistas tienden a promoverla. Primero, la
secesión siempre conlleva una ruptura por parte de una población más pequeña en
relación a otra mayor y, de esta manera, representa un voto contra los
principios democráticos y la titularidad mayoritaria a favor de un sistema de
propiedad privada descentralizado. Lo más importante es que la secesión siempre
aumenta las posibilidades emigratorias interterritoriales de la población, y
los gobiernos secesionistas siempre se verán amenazados por el espectro de la
emigración. Para evitar la pérdida de sus ciudadanos más productivos, estos
nuevos gobiernos siempre se encuentran bajo presión constante a la hora de
adoptar políticas domésticas comparativamente más liberales que el resto
permitiendo una mayor titularidad de la propiedad privada e imponiendo una
menor presión fiscal o impositiva que sus vecinos. En última instancia, con
tantos territorios como núcleos domésticos, pueblos y aldeas existen, las
oportunidades de que se dé una emigración motivada por factores económicos se
maximizaría, mientras que el poder del gobierno sobre la economía doméstica se
reduciría.
De manera
específica, cuanto menor sea un país, tanto mayor será la presión sentida para
adoptar un sistema de libre empresa frente al proteccionismo. Toda
interferencia del gobierno frente al mercado exterior limita de manera forzosa
el rango de relaciones mutuamente beneficiosas en los intercambios
interregionales y, de esta forma, lleva al empobrecimiento relativo, tanto en
casa como de puertas afuera. Pero cuanto menor sea un territorio y su mercado
interior, tanto mayor será el impacto sufrido. Un país con el tamaño de Rusia,
por ejemplo, puede lograr de forma comparativa un alto nivel de vida incluso en
el caso de que renunciase al comercio exterior si se pudiera garantizar un
mercado interno sin restricciones para los movimientos de capital y productos
de consumo. Frente a esto, si las ciudades o condados predominantemente serbios
se secesionaran de la vecina Croacia, se acabaría en el desastre en caso de que
estos persiguieran el mismo tipo de proteccionismo. Considérese el núcleo
familiar como la mínima unidad de medida secesionista. Por medio de dedicarse
al libre comercio no restringido, hasta el más pequeño de los territorios puede
integrarse y disfrutar de las ventajas obtenidas a partir de la división del
trabajo, pudiendo llegar incluso hasta convertirse en la gente más rica del
planeta. La existencia de cualquier rico es una prueba palpable de este hecho.
Por otro lado, si esa misma familia decidiera renunciar a toda forma de comercio
con sus vecinos, de ahí surgiría una pobreza extrema o la muerte. De forma
acorde, cuanto más pequeño es un territorio y su población, tanto más
probabilidades habrá de que se promuevan los sistemas de libre empresa. El
secesionismo, por lo tanto, y el crecimiento de movimientos regionales
separatistas en Europa Occidental, no representan ningún anacronismo, sino que
representa en potencia el más progresivo de los movimiento. La secesión aumenta
la diversidad étnica, lingüística y cultural. Mientras que a lo largo de años
de centralización cientos de culturas han sido erradicadas, ésta siempre acaba
por eliminar la integración forzada surgida de la centralización, y en lugar de
estimular una nivelación social y cultural, promueve la competición pacífica y
cooperativa entre varios territorios y diferentes culturas. En particular, ello
elimina los problemas relativos a la emigración que hoy día plagan a Europa
Occidental y los EEUU. Hoy por hoy, siempre que un gobierno central permite la
inmigración, se deja que los extranjeros puedan usar las vías públicas del
Estado hasta llegar prácticamente a las puertas de casa de uno sin importar si
se quiere o no vivir en tal proximidad. La "inmigración libre" se
vuelve de esta manera una integración forzosa en gran medida. La secesión
resuelve este problema dejando que territorios más pequeños tengan sus propias
reglas de admisión y puedan determinar de forma independiente con quién quieren
o no juntarse en su propio territorio, o con quién se prefiere cooperar desde
la distancia.
En último lugar, la
secesión promueve el desarrollo y la integración económica. El proceso de
centralización ha resultado en la formación de un cartel internacional dominado
por el gobierno americano que controla la inmigración, el comercio y la moneda
FIAT, gobiernos que cada vez son más agobiantes y pesados, un estado global estatista
de guerra/bienestar, y el estancamiento económico e incluso la disminución del
nivel de vida. La secesión, si fuera los suficientemente grande, podría cambiar
todo esto. Una Europa que consistiera en cientos de territorios y ciudades
independientes (tal y como pasa hoy día con casos tan atípicos como San Marino,
Mónaco o Andorra), con el aumento de las posibilidades migratorias motivadas
por causas económicas, estaría gobernada por gobiernos pequeños pero integrados
por medio de la cooperación económica, el libre comercio y un dinero de mercado
internacional como el oro. Ésta sería una Europa que disfrutaría de un progreso
económico y prosperidad sin parangón en la historia.
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