El Austroliberal,
Birmingham 17de Junio de 2014, por Jorge A. Soler Sanz
Tratar de
observar regularidades en el estudio de la historia constituye en verdad un
esfuerzo "banal" de poco provecho. Lo cierto es que la historia nos
da ejemplos probados de fenómenos tales como la inflación o los ciclos
económicos, pero formular leyes partiendo de estos datos es del todo erróneo.
Que de la fijación de precios, por ejemplo, podemos predecir el agotamiento de
los recursos, no constituye una "hipótesis plausible" susceptible de
verificación, sino una "ley" que se cumple en todo tiempo, lugar y contexto.
Dependiendo de la forma en la que se haya llegado a una conclusión, esta puede
ser válida o errónea. Todos los enfoques económicos que de forma inductiva
pretenden construir un saber sobre la experiencia pecan de la misma cosa. Y es
que en verdad esta forma de operar ni siquiera debería considerarse
"científica," pues su resultado final es siempre un monstruo. Cuando
desde la filosofía de la ciencia hablamos de "teoría" no nos
referimos simplemente a un conjunto de ideas, sino más bien a un cuerpo de
creencias integrado (y elegante) en un "sistema" teórico que nos
permita deducir consecuencias observacionales. Y aquí sólo con juntar ideas no
basta. Debido a la forma tipo "colaje" de operar propia de los
enfoques inductivistas (que en lo fundamental se reduce a ir juntando piezas
sueltas e inconexas entre sí), su resultado final se parece más a un
"Frankenstein" que al hombre feliz de los Epicúreos y Pitagóricos.
Algunos autores
de la Escuela de Chicago (y muy en particular David Friedman), nos acusan a los
teóricos austriacos de no ser capaces de predecir nada. La acusación, en lo
fundamental, descansa en el hecho de que nuestros modelos no son susceptibles
de verificación empírica. El enfoque teórico de la Escuela de Chicago es uno
fuerte, no débil, inspirado en las formas de operar propias de la física y la
química. Desde este horizonte, algo que no da instrucción alguna de medición no
dice cosa alguna sobre la realidad ni nos informa de nada que exista en el mundo. Y,
sin embargo, el problema con el enfoque austriaco no reside en el hecho de que
podamos predecir o no determinados acontecimientos económicos, sino en la
naturaleza "contrafáctica" (contraria a los hechos) de nuestras
predicciones. Es obvio que todo aumento de la masa monetaria, por ejemplo, se
reducirá de forma invariable en "inflación," pero el problema es cómo
interpretar este hecho. Si el aumento de la masa monetaria va pareja a un
aumento de la producción, por ejemplo, es obvio que los índices no van a reflejar inflación
alguna. Sin embargo, cuando los austriacos decimos que el
aumento de la masa monetaria se resuelve siempre en inflación, aquí no nos
referimos a la inflación "real" observada, sino a la que hubiera
tenido lugar en caso de que no se hubiera aumentado la masa monetaria. Para
saber si los austriacos tenemos razón o no, tendría que ser posible reproducir
el experimento de forma controlada con o sin esta variable (el aumento o no de
la masa monetaria) y comparar los precios alcanzados en uno y otro caso
(ceteris paribus). ¿Podemos aquí asegurar que, tras el aumento de la
producción, los precios no habrían sido "todavía más bajos" sin un aumento de la
masa monetaria? Por supuesto que no.
El problema de la
predicción económica, por lo tanto, es que se refiere a un orden de cosas nunca
manifestado, y ello cierra las puertas a la experimentación o contrastación
empírica. Digamos, por ejemplo, que la predicción que hacemos es a favor del
desempleo tras la introducción de salarios mínimos en una economía, o la de que
sin compensación de pagos el precio del dinero aumentaría. El
problema que tenemos aquí, tal y como sucede en el caso anterior, viene
representado por el resto de variables capaces de alterar a simple vista el
resultado. Si la capacidad productiva e índice de capitalización de una economía
es muy alto, la determinación de salarios mínimos no tiene por qué resultar en
paro (y puede incluso ocurrir que éste disminuya), pero esto no invalida la
naturaleza contrafáctica de la predicción. Todas las predicciones que
realizamos pueden reformularse bajo la forma "que hubiera pasado si."
De esta forma, si llegamos a una situación definida por la caída generaliza de
los precios, el descenso del paro, el empleo de todas las capacidades
productivas de la economía, etc., los austriacos siempre podremos preguntar
"qué habría pasado en el caso de que no se hubiera satisfecho tal demanda
con dinero público (si la oferta de un bien es privada pero su demanda pública,
se producirá un sobre consumo)" o cuánto se habría producido
en una economía en ausencia de salarios máximos (la fijación de salarios máximos desincentiva
la producción)." O expresado de otra forma, que la predicción económica no
se refiere en este orden de cosas a los hechos constatados, sino a lo que
habría tenido lugar en caso de que no se hubiera introducido tal o cual
variable (ceteris paribus).
La teoría
austriaca no se refiere al ámbito de lo manifestado. Y el hecho de que se
observe una bajada de los precios de forma pareja al aumento de la masa
monetaria no invalida la naturaleza de esta predicción. La inflación a la que
se refiere nuestras predicciones no es esta, sino la que se habría observado
(ceteris paribus) sin incremento alguno de la masa monetaria. Es en este
sentido que se puede buscar una relación análoga entre los teóricos austriacos
y los de "los mundos posibles." Quizás desde la teoría de sistemas
sea posible realizar algún día un experimento en universos
"virtuales" idénticos que nos permitan reproducir experimentos e
introducir y restar estas variables para comparar resultados, pero en un mundo
donde al elegir un camino cerramos las puertas de otro no es posible. En el
mundo real resulta imposible controlar todas estas variables, y esto hecho hace
que las condiciones de verificación que requerirían nuestros experimentos no
sean reproducibles. Y cuanto antes se entienda esto, mejor.
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